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...

- 48-

en que el escribano del cabildo de Potosí, a título de ;;ecuestro, quiso arreba–

tarle su violín, arrastrado por una desespe:racion que aquellos villllnos no

podían comprender, intentó quit.a:rse la vida atravesándose el estómago con

una na aja. (1). Tal era el

dulce

sistema penal y el evanjélico desintere de

la Inquisicion! Y esto que sucedía cuando ya su ferocidad, que había provo-–

cado el horror del mundo, se encontraba en pleno decaimiento. Cuáles en–

tonctJs habrían sido las

dulzuras

del sistema antiguo1 (2)

(1)

Carta citada del comisario de PotosL- Moyen confesó por su pa.rte ocho a,ños

mas

tarde en la audiencia del

8

de julio de

(1757)

ante los inquisidores de L:!ma, la

~eracidad

de este hecho, no sin maldecir al

"cojo

del escribano Torres" por su desenfre–

nada. avaricia. Todo lo que los al,O"Uaciles del Santo Oficio pudieron realizar del pÓbre–

equípaje del artf!ta fuemn

ocho vara,¡

de

encajes de kilo

que vendieron a cuatro realj!S

vara.

En

cuanto a los

]libros

de Bourdaloue y de Pu..ffendorf tquíén los habría comprado

en Potosí, a no ser el mercader de Redondeta, por ser limitrofe del golfo de Gascoñar

Si en la ciurlad de los Reyes babia solo

un

fraile que

Sllpiese

frances ¿cuántos habría

en

la

~illa

imperial?

(2) El señor prebendado Saavedra, que confunde a sn placer o

~epa.ra

segun las con–

nniencias dé su dialéctica la antigua y la moderna Inquísicion, como sí en sus fines

y

en sus pt-ácticas no hubiesen sido siempre una misma; se atreve a decir contra la Unani–

midad compacta de la historia "qne los verdaderos patriotas de España recibieron con

xouRLE ALBoRozo la nueva Inquisicion" (la española}. Ya hemos visto lo que Mariana

y

Pulgar, sus contemporáneo<',

y

a quienes el señor Saavedra üta en su abono, decían –

de la rrumer¡¡ como fné recipidrt.

Y

a hemos citado

J;¡un~ien

las opiniones de Motley

y

Presc

0

tt

sobre la

verd~tdera

causa de l11 reb<-li<ln y apostasía de los Paises Bajos. Ya

lwmos contado como :fué recibida puñal en máno la tea de la Inqnil'icion en Barcelona

y

PU

Zaragvm. Y ><nnqne bMtaria para confundir tal estravagancia, abrir cualquier

testo

elemenW de historia moderna, reoomendamos al señor

~avedra

la lectura de

estos

pasajes, escritos todos por autores españoles: "Observemos de paso,_dice Rodrignez

Buron (refiriéndose sin duda al testp del

clftrigo espaMl

Llorente) que ¡¡.pesar de la

igno–

l"ancia

y

la supersticion en_ que se hallaban snmerjidos estos pueblos, no se estableció

- entre ellos la Im¡uísicion l!iu esperimentar una sangrienta resistencia.

JiJl

odio que ins–

piraba

por

toila&

partes el

oficio

de

inquisidor,

dió

motivo

a

q¡¡.e

pereciesen

de

muerts

violenta 'Una m11ltitud

de

relijiosas dominicos

y

aun: algunos franciscas-.

Ya hemos

• visto que el abad del Cister murió bajo el hierro de los Albijenses;

y

que los primeros

rigores de la Inquísiciot¡ fueron seguidos i=ediatamente del asesinato de Pedro de

Planedis; despues 'Veremos que los

españoles

exasperados

apedrearon a los

inquisído~es

y

Jos mataron·

lhltl'

a los piés de los

altare~.

n

(Compendio de

la

HiA!tm-ia crítica

de

la

Inquisieion t.

I,

páj. 35.)-"Mientras que los inquisidores, añaue el mismo autor, (t. I, ·

,páj. 102) procmaban formar una santa

alianza

contra los pueblos, -éstos se ligaron

contra la Inquísíon. Las crueldades de este tribunal

e8Cit(Wan

por

todas

partes. nwlfimien–

tos populares,

qr.u

el

rei

contenia

oon mucha difi-cultad.

Tumultnáronse a un tiempo los

,pueblos de Terne], Valencia, Léñda, Barcelona

y

Ctll!i todas las ciudades de Cataluña.

La

rwtencia era tan obstinada,

que apesar de las severas medidas que tomó el re.i.

Fernando para oponet-se a ella,

necesit6 dos años para

reducir

a los

que

llamaban lllldi–

Cio3os,

a cnyá cabeza se hallaban varios señores. Barcelona, con espec:ililidad, se hizo

admirar por su valerosa qposicion: los

habi~ntes

de esta ciudad,

así

como.los de toda

la

provincia,

no queritln somctersé al yugo

de

la

lnqu?.s:ieion

moilernp,,

ni reconocer

la

autoridad de Torqnemada,

y

costó mucho trabajo par-a introducir la.I"efurma del Santo

Oficio en esta província,

y

sujetar

á

los eatakmes.

Lo mismo

lfUCeá"'f(l

en láal/o¡·ca-ll

Mli-'7.