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deiJaJ querida de su culto. Para él la Inquisicion que quemó
vivas
J.
y
en estátuas mas de cuarenta mil criaturas humanas,
y
castigó con el tor–
mento
y
otras horribles penas un número
~;eis
veces m<Lyor, fué un tribunal
de
clemencia,
de
raridad,
de
proteccion,
un
asilo,
en fin, en favor de los he–
rejes mismos que quemaba a fuego lento, que descuartizaba en el potro, que
hacia
morir lentamente por el terror
y
la miseria. Semejante a un lanchero
del Maule que se jactaba de haber salvado a un náufrago ingles, porque
mientras con una mano le tenia sumerjido, con la otra le bautizaba con la
misma agua en que se ahogó, el caritativo prebendado tributa en su con–
ciencia una admiracion profunda, un amor tierno
y
respetuoso por aquella
madre de los cristianoo que si Jos torturaba
y
los reducía a cenizas era solo
por caridad, por protejerlos contra la lei civil, contra los reyes, contra. ei
populacho, a fin de restituirlos a las esferas celestes
sin
que hubieran de pas:tr
por las llamas del infierno...
Santos cielos! No de otra suerte podía, por fortuna de la ' humanidad,..
defenderse en la hora que corre, la mas horrible, la mas inhumana y la mal'
impía de todas las aberraciones que han oscurecido los siglos de infancia
para la razon
y
el derecho, para la fé y
In.
relijion!
Otro argumento
ad lwmine
del celoso prebendado. La Inquisicion es abo–
rrecida porque la creó la iglesia. Si su fundador hubiera sido, no un pa¡m con
túnica de púrpura como
ixto IV, que otorgó la bula de creacion a los reyes
católicos, o un fraile dominico de negra cogulla como Tomas de 'l'orquemada.
que quemó vivos
oclio mt1
herejes, sino un hombre de frac o de peluca, un
filósofo como Diderot, un regalista como Campomanes, la Inquisicion habría.
merecido los aplausQs de todos los libres pensadores.
"¡Ah! Si algtm enemigo de la iglesia hubiese concebido
y
realizado el pen–
samiento de la Inquisicion,
esgl:J.nmsu glorificador, de seguro que faltarían
palapras para encomiar su noble y grandiosa institucion. Todas las galas del
talento
y
del arte se agraparian hoi en torno de tan venerando nombre; cien
dramas preconizarían su gloria; mil
y
mil
estátuas lo mostrarían coronado de
yedra a las futuras jeneraciones,
y
las calles
y
plazas resonarían con las voces
de los bardos que cantarían
la.
celsitud del dramaturgo."
Pero no son solo
las
atrocidades de Ia Inquisicion l:ls que apasionan en su
defensa a su panejirista. Todo cuanto le pertenece es objeto, como en breve
veremos, de su reverencia o de su elojio. Los ab urdos mas inauditos conde–
nados por la iglesia.
misma,
pasan a ser, para su criterio, articulos de fé tan
luego como se convence de que
la
Santa Inquisicion
amparó aquello.s absur- ·
dos. La brujería, la nigromancia, los pacto.s con el diablo, toda esa monstruosa
cosmogonia el¡piritual de siglos ya remotos, resucita para él con un esplendor
irresistible
y
una fuer.z.'l de conviccion inapeable. La Inquisicion, por ejem–
plo, quemaba brujos
y
hechiceros. Luego es preciso creer en los brujos de–
una manera irrevocable. No importa que los sínodos de Chile hayan declarado .