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--u-

se sabe que algun011 tiene) pertenecen evidentemente a aquella clase de

hombres que asi son mártires cowo inmoladores

y

que llevan escondidas en

su

propia. sencilla pero terrible injenuidad

la

única absolucion posible del

enjendro verdaderamente monstru0110 de sus desvarios.

Previa esta manifestacion de nuestras convicciones

ad lwmine,

entremos

e1\ las teorias del defensor del Santo Oficio.

Comienza el prebendado de Santiago por definir

L1.

herejia

1

como que ella

rué

la

fuente lójica e histórica de la Inquisicion,

y

luego divide a

ésta,

con–

ÍOI11le a

la

historia tambien, en dos categorial!,-la

Inquisicion

eclesiáKtica

o

papal,

muí anterior ala

vulgar

llan1ada

española,

que es de la que mas larga–

mente

se

ocupa.

Y

aunque dice de la última que no saldrá de su pluma tan

airosa como

la

primera, resulta en definitiva de todo el contesto de su opús–

culo, que

es

tan

ciego adorador de

la

una

como de

la

otra.

Califica

en seguida la naturaleza de la herejía. rojeta a lajurisdiccion ecle–

siástica y a la hoguera, que no es aquella por cierto que yace escondida en

el

retrete

del

alma

y

la

que solo Dios puede

juzgar

desde su

rrdila'ltl& tronD.

La

herejia inquisitorial es la

esterna,

la

de heCho

o

ele

palabra,

y

ésta la

única

que ha sido perseguida.

Hasta aquí nada

ha.i

de estraordinario en las opiniones del ilustrado

escritor, porque son llimples derivaciones de la historia y de la filosofia.

A

renglon seguid(> entra a fundar el derecho de la

sociedad

para

castigar

la herejía, y

ile

ese

derecho

hace

nacer

la

necesidad,

lajustificacion, los ópi·

mos resultados,

el

panejírico,

en

fin,

de

la

Inquiaicion.

Su dialéctica en

esta

parte es

aquella

misma

tan

antigua .como la primera

leccion de la escuela: la de la

cana8ta.

de

la

fruta podrida mezclada con la

sana, que con el contacto maléfico

ha

de podrirse; o

la

de la parábolA

D'

con•

seja del

arbolito

que

ei

no se endereza cuando tierno

ha

de crecer torcido

:y

con una deformidad irremediable;

y

de aquila CODBC<;JJ.encia que. el alma"del

hombre, nacida para

las

santas aspiraciones de lo bueno, de lo hermoso, de lo

infinitamente perfecto,

ha

de tratarse como la fruta podrida, o como

la.

leña

del árbol destinada a dar pábulo

al

fogon. El ejemplo, la JMlrsuasion,_las dul–

zuras del Evanjelio; la discusion, que

para

las creencias como para

las

ideas

es

la

luz;

la

clemencia divina, que es el

mas

tierno de nuestros dogmas; la

esperanza,

que

es

el símbolo del cristianismo; el arrepentimiento, que

se·

ha

llamado una segunda inocencia; todos los atnlmtos, en

fin,

del amor

y

de

la

perfectibilidad de la crea.cion

y

del cristianismo, las dos grandes revelaciones

de Dios

al

humano linaje, son en vista de aquella

teoriá

del terror

y

del

fuego que acoje de preferencia el prebendado Saavedra, meros accidentes,

.flaquezas talvez de nuestro frájil

espíritu,

que

ni

el Eterno que le

dió

su

aliento, ni la sociedad cristiana, que

es

a

la

Vt)Z

jnez

y tutora

de su propio

&lbedrfo,

tie~en

derecho para encaminar en otro

sentido

que

no sea

el del

castigo

y

del

esterminio

por

las

llamas.