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Francisco MoyeJn, de
nacion
jra11-ees, por propo&ciones;
y
asi como
está
fuá
· comprado en media onza de oro por el digno bibliotecario, presbítero don
Frnncisco de Paula Vijil, a una pobre mujer que de alguien lo heredó
despues del famoso saqueo del archivo de
la
Inquisicion de
Lima
el 3 de
setiembre de 1813.
Hallándonos pues nosotros en
aqu~lla
capital en 1860 consagrados, para
ocupar los ocios del destierro, a investigaciones históricas, tuvimos tiempo
para. leer en su anticuada letra. todo aquel cúmulo de papeles,
y
por nuestras
propias manos lo estractamos, copiando literalmente muchas de sUB piezas
autógrafas, escritas al parecer con los carbones de la hog-Uera.
Aquellos papeles, roídos por
la
polilla
y
desdeñados por el vulgo, (otra. es–
pecie de polilla, no clasificada todavía por los naturalistas) encerraban un
verdadero drama en el que cabía el juicio de
la
Inquisicion en
toda
su horri–
ble plenitud.
Con
la
reproduccion de ese drama vamos a contestar, pues, al señor Saave–
dm.
La
Santa Inquisicion será juzgada por el proceso mismo de sUB víctimas,
y
nosotros al exhumar
la
memoria de uno de SUB mártires no hacemos sino
imitar aquel piadoso ejemplo, que tanto alaba el autor del panejirico,
y
que
consistía en exhumar
las
cenizas
de
los herejes pam avcntarlas en la ho–
guera...
N
o vamos, pues, a escribir un libro de polémica.
N
o tenemos la vasta
erudicion eclesiástica, histórica
y
teolójica de nuestro impugnador. Todo lo
contrario. Vamos a aceptar su desafio de publicidad
sin
mas coraza que un
viejo pergamino;
y
si
~ouna
vez ocurrimos a una cita estraña., será al acaso,
sin
propósito de mostra.r sabiduría,
y
solo en el terreno americano de
la
cues–
tion; porque si es cierto que en el viejo mundo un libro sobre
la
Inquisicion
seria. simplemente una majadería., en el nuestro acaso tenga la disculpa de
la
novedad.
Los autores de
Ines
de Castro
y del
I7UJ.1.tisidm
mayor
(áml?as
novelas
americanas) Vistieron sUB pájinas con el colorido de
la
fantasía.. Llorente, el
historiador terrible de
la
misma institucion, y que por oficio fné depositario
de SUB archivos,
la
ha presentado
al
horror del mundo, aplicando a SUB an–
tros los resplandores de sUB propias piras.
Nosotros adoptamos una
vía
muí diversa, pero que
al
menos no ha sido
todavía esplorada. Vamos a hacer el ensayo de cómo
la
historia puede pres–
tar aUBilio
a.
la polémica sin mas tributo que el de su vel'dad
y
el de su
documentacion.
El intento, bajo un punto de vista literario, puede ser atrevido
y
acaso
fracasará
en nuestras manos; pero en la alternativa de ofrecer a nuestros
lec–
tores un trabajo estéril de díatriva o una muestra híbrida pero animada de
narracion y de disputa, hemos clejido la última.
A
fin
de descartar,
sin
embargo, cuanto sea posible lo que es puramente de