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"El establecimiento de la lnquisicion, dice el autor que
impngnam08,
fué'
pues, una
e&p'l'esúm.
natural
de
la naturaleza
de
la sociedad
criatiana,
y de
la
nat1waleza d<:llwmbre.
Hasta aqui, nada
hai
en esto que no se
armnnice
per–
fectamente con los
principios
de
derecho natural
a
que ajustan
sus
procedi–
mientos los gobiernos de todos los paises.
"Pero, se
dirá,
añade, que
si
la aplicacion de penas aflictivas tiene lugar
en la
sociedad
civil, no debe .tenerlo en la sociedad cristiana, porque es in–
compatible con la dulzura maternal de la iglesia.
Mas, los
padres, por mui
afectuosos
que sean, no dejan de
usar
de medidas aflictivas con sus hijos, y
aun puede decirse
que
su
mÚ11w anwr natural les impone esa obligacinn,
y
que
creerian ser crueles
si
la
violasen.
Actualmente, a pesar de la estremada
condescendencia en
este
punto,
todavía
los códigos civiles otorgan a los padres
el derecho de desheredar
a
los hijos en ciertos
casos.
tSe dirá por esto que no
los aman, y que
las
leyes autorizan una crneldad1
Los
gobiernos civilizados
inhiben
el desembarque de los afectados del cólera, fiebre o peste;
¿y
elojia–
riaú
al majútrado que
por
anwr a
loa
enfermos no
loo
IUjeta,<;e a cuarentena,
-y fuese causa de que in:ficionasen el país entero1
Lo
mismo
hai
que juzgar
de la iglesia. Su amor a algunos de sus hijoa rebeldes no debió hacerla olvi-
dar
el derecho de sus demas hijos a sér preservados del contajio hetero-
d.ojo.'"
(1)
'
El erudito autor de
la
Ojeada
nos habla tambien·lar_gamente en su exor–
dio de
las
diversas clases de Inquisicion que hu.bo en todos los tiempos y de
su antiquísimo orijen, que remonta a Teodosio el Grande. Pero en esta parte
mejor nos
habria
estado,
al
prebendado y a nosotros, por ser mas compren–
siva,
quedarnos a la opinion del
fr.l.iie:
mejicano Juan de Torquemada, que
en su
Monarrp1ia
I'IUliana
(t. III páj. 379) nos dice que "el Santo -Oficio de
la
Inquisicion,
(si
hien lo notamos desde sus principios) hallaremos que ha.
sido, y es
tan
antiguo, que su orljen viene deducido
desde la creacion
del
(1)
lltipida
ojeada
(páj.16.)
·m
señor Saavedra, como se deja ver en el párrafo arriba
-citado;
es
fuerte
en
la
dialéctica de
las
comparaciones, que en materia de ciencia n011 hace
el mismo
efecto
que
las
rimas en
participiOB
o en jerundios en
la
poesia. Al fin, si no es
lo mas sólido, es lo
~
cómodo. "Cualquiera tentativa, dice, hablando de la irrupcion d.,
las
per.versas
ideas modernas (en
la
pájina 2 de su opúsculo) para detener el impetu
del
impulso dado a los entendimientos habria sido
tan
estéril
ronw
la
de
al.mrun
telon
para
enfrenar
el
l&u!'dean, o
la
de
oponD'
1t»
d~
de
cañas
al
'Violento
empuje
de
deibordtli:lo
ÚY1"1't:nte."
Y volviendo
al
peligro de oponerse
al
torrente "¡Desgraciado, esclama (misma
'pájina), del que intente
tremow
el
estandarte
de
la
verdad, y hacer que sea reverente–
mente-saludado! Será tenido por
emiario
del averno, y aventad•
cual
leve
paja
por
d
en–
:ftw«ido
~"
Y sebre 108
efectos
de lo uno y de lo otro, concluye en
estos
términos
(páj.
3):
~'Esta
reacc:ion en el antiguo continente, no se hace aun sensible en el nuevo.
Este
mundo de Colon recibió mas tarde y mas remisamente el sacudimiento anti-social.
-
~las
t'I1MI
de
la
playa
1er
bla~«otad;upor
d
qt~ant.ado
y mttrmullan–
fe
oleaje
de
maP
eiiiOrawcKlo."