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Pero hé aqni que a fines del último año se anuncia la
alj~ricion
de un
libro que cualquiera habría tenido por increíble. Su título era el siguiente:
La I'TI.Ifi'Í8ÍCÍon.-Rápida ojeada sobre aquella antigua institucion, pm· el pre–
bendado
d<m José
Ramon Saavedra,
y componiase de un cuaderno en 4.
0
de
128
pájina.s de buena impresion.
Nos quedamos asombrados; pero lo compramos y lo leimos· (dos cosas muí
diversas entre nosotros), y cuando lo hubimos leido nos quedamos mas
asombrados todavía. La
rápicla ojeada
no era. una defensa. tímida, una jus–
tificacion medrosa, una disculpa del pasado: era un panejírico exaltado,
entusiasta,
casi
vertijinoso de la institucion que durante varios siglos habÍ<\
sembrado el mundo de espanto. "No solo haré la defensa, decía el escritor
sagrado, de
la
Inquisicion eclesiástica;
trazaré su panejírico"
(páj. 5);
y
cumplía su palabra con un ardor
~erdaderamente
heróico.
En
cuant-o a nosotros, nos consagraba de cuando en cuando algun pasajero
recuerdo, señalando con el dedo nuestro humilde trabajo de
1862,
para de–
mostrar sus errores, sus aberraciones, sus
calumnias.
Pero,
a.
pesar de esto, el buen sentido triunfó de los impulsos del amor
propio herido. Nos parecia ocioso, casi ofensivo a
la
cultura de nuestro pue–
blo, salir a la p1'\Za pública, hoi dia, en el último tercio del siglo XIX, a
:refutar una obra que su propio autor tenia la valentía de llamar el
pane-jírico
dt
la
I
7UJ.UÍsicion.
Hacfamosnos cargo que si los canónigos del siglo
XVII
habían puesto a raya a lo::. sayones del Santo Oficio, y su venerable obispo,
el eminente Villarroel, habia engrillado a su comisario jeneral, era un ver–
dadero anacronismo el renovar su obra en
la
edad de luz y de justicia que
alcanzamos. Cierto era., sin embargo, que para abrigar este último y avan–
zado juicio, habíamos echado en olvido que nuestro alto clero acababá. de
celebrar el
centenario
de
la
espulsion de los jesuitas, y que
al
orador laico a
quien cupo
la
fortuna de pronunciar en esa ocasion el elojio de éstos, lo
hicieron a los dos meses, por mayoria de votos, miembro activo de
la
misma
Universidad a la que yo había entrado años atra.s sin mas titulo que un
humilde decreto del gobierno...
Ocurriósenos, pues, al ver el libro del señor Saavedra, que
tal
vez se quería
preparar el terreno
para
celebrar el
centenario
de
la
abolicion de
la
Inquisi–
cien; y como éste no ha de cumplirse sino en el mismo año en que cuente su
siglo de vida
b
república (pues junta estuvo en
1810
la
tumba de aquella
con
la
cuna de
la
última), volvimos a sacrificar el puntillo de vanidad que
nos mortificaba, y nos resignamos a a,cruardar que se conmemorasen en nues–
tro suelo
las
hogueras de
la
Inquisicion cuando
ya
nuestras cenizas durmie–
sen olvidadas en su seno.
La
a.bnegacion de nuestro silencio pasó mas adelante.
·no3 meses despues de dado a luz el opúsculo del señor Sa.wcdra, ellNDz–
PENDIENTE
(diario político-rclijioso do la. capital) publicó, bajo
la
firma de
..