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24 --

..

üu tortura: bajo el

filosúfico

y bajo el

histórico.

ConsiJerada del primer modo,

se puede ventilar si

b

sociedad tiene derecho a imponer castigos

al1·eo ne–

,gutivo,

cuando hai.

PROBABILIDAD

de que sea criminal. tQué dice a esto la

filosofia. del derecho1 Muchos han creído que este medio de descubrir

la.

ver–

dad

(el tormentv)

se funda en el

derecho natural

inherente al poder público,

y en esto sin duda se apoyaría la lejislacion y la práctica de tantas

naciones

ilustradas

que por muchos siglos usaron la tortura en sus tribunales.

n

Oís

cristianos~

AQUEL

que dijo desde lo alto del Sinai No :MA.TAIÚ.s!;

AQUEL

que espiró en

la.

cumbre del Gólgota pidiendo

PERDON

para los que lo

inmolaban;

AQUEL

símbolo del supremo bien y de la suprema bondad, os es

presentado aquí como el primer institutor del cadalso y del verdugo de sus

criaturas. Y por quién1 Por un ministro eJe su propio culto, yor una dignidad

de su incruenta iglesia. Es esto

creíble~

es esto

tolerable~

es esto

cristiano~

es

esto católico

siquiera~

Sí; dice el prebendado de

la.

Inquisicion:-"Aquí está

de por medio la palabra de Dios (pá.j.

9)

y sostener a sabiendas opiniones

contrarias a esa palabra (es decir, sostener que la pena de muerte no es dere–

cho divino)

ES INJURIAR A

DIOS

Y A LA.

SOCIEDAD."

Pero vamos todavía mas adelante.

Hai

en la vida algo que todos los pueblos han mirado como ajeno a las

pasiones, como ajeno al mundo, como un punto misterioso de transicion que

encadena el polvo de

la.

tierra a

la.

eterna luz de las esferas: ese algo es

la.

tumba, son las ceniz¡

de los hombres, que reverencian el calmuko como el

patagon, el

esquimal

como el canaca. ¡Pues bien! La Inquisicion, que revolvía

los sarcófagos para esparcir sus cenizas sobre la hoguera., no cometía una

profanacion impía, en el concepto de su admirador; daba

al

contrario un

ejemplo saludable "porque

era natural

(dice, páj. 73) que tales procesos (los

de los muertos) imprimiesen en el pueblo mayor aborrecimiento de aquel

crímen (la herejía) y mayor temor de cometerlo." Pero, preguntamos nosotros

con el autor de las

Persecucione8 relijíosas

(1) y entrando en una cuestion de

mera. disciplina "tcómo podia convertirse a

tm

difunto~

¡,N

o dice nuestro dog–

ma católico que

al

morir comparecemos todos ante Dios que nos juzga segun

nuestras

obras~

Pues a qué venia juzgar y condenar al que ya no podia arre–

pentirse y a quien Dios mismo había ya absuelto o

condenado~

tQué culpa

tenían sus herederos para verse reducidos

a.

la

miseria e infa¡nados, siendo

buenos católicos, por la supuesta herejía de un antepasado de quien ya solo

Dios era lejitimo

jue~

Y dónde estaba la equidad'de juzgar a un difunto que

no podia

defenderse~"

Hé aquí ot:ra cuestion que no es de relijion, ni de litrujia, ni de contro–

versia, ni de buen sentido siquiera, sino de diccionario. Dice en efecto éste,

como

lo

dice todo el que habla castellano, .que

la

palabra

&~o

se em-

(1) Obra

citada,

t .

I,

páj.

6!8.