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üu tortura: bajo el
filosúfico
y bajo el
histórico.
ConsiJerada del primer modo,
se puede ventilar si
b
sociedad tiene derecho a imponer castigos
al1·eo ne–
,gutivo,
cuando hai.
PROBABILIDAD
de que sea criminal. tQué dice a esto la
filosofia. del derecho1 Muchos han creído que este medio de descubrir
la.
ver–
dad
(el tormentv)
se funda en el
derecho natural
inherente al poder público,
y en esto sin duda se apoyaría la lejislacion y la práctica de tantas
naciones
ilustradas
que por muchos siglos usaron la tortura en sus tribunales.
n
Oís
cristianos~
AQUEL
que dijo desde lo alto del Sinai No :MA.TAIÚ.s!;
AQUEL
que espiró en
la.
cumbre del Gólgota pidiendo
PERDON
para los que lo
inmolaban;
AQUEL
símbolo del supremo bien y de la suprema bondad, os es
presentado aquí como el primer institutor del cadalso y del verdugo de sus
criaturas. Y por quién1 Por un ministro eJe su propio culto, yor una dignidad
de su incruenta iglesia. Es esto
creíble~
es esto
tolerable~
es esto
cristiano~
es
esto católico
siquiera~
Sí; dice el prebendado de
la.
Inquisicion:-"Aquí está
de por medio la palabra de Dios (pá.j.
9)
y sostener a sabiendas opiniones
contrarias a esa palabra (es decir, sostener que la pena de muerte no es dere–
cho divino)
ES INJURIAR A
DIOS
Y A LA.
SOCIEDAD."
Pero vamos todavía mas adelante.
Hai
en la vida algo que todos los pueblos han mirado como ajeno a las
pasiones, como ajeno al mundo, como un punto misterioso de transicion que
encadena el polvo de
la.
tierra a
la.
eterna luz de las esferas: ese algo es
la.
tumba, son las ceniz¡
de los hombres, que reverencian el calmuko como el
patagon, el
esquimal
como el canaca. ¡Pues bien! La Inquisicion, que revolvía
los sarcófagos para esparcir sus cenizas sobre la hoguera., no cometía una
profanacion impía, en el concepto de su admirador; daba
al
contrario un
ejemplo saludable "porque
era natural
(dice, páj. 73) que tales procesos (los
de los muertos) imprimiesen en el pueblo mayor aborrecimiento de aquel
crímen (la herejía) y mayor temor de cometerlo." Pero, preguntamos nosotros
con el autor de las
Persecucione8 relijíosas
(1) y entrando en una cuestion de
mera. disciplina "tcómo podia convertirse a
tm
difunto~
¡,N
o dice nuestro dog–
ma católico que
al
morir comparecemos todos ante Dios que nos juzga segun
nuestras
obras~
Pues a qué venia juzgar y condenar al que ya no podia arre–
pentirse y a quien Dios mismo había ya absuelto o
condenado~
tQué culpa
tenían sus herederos para verse reducidos
a.
la
miseria e infa¡nados, siendo
buenos católicos, por la supuesta herejía de un antepasado de quien ya solo
Dios era lejitimo
jue~
Y dónde estaba la equidad'de juzgar a un difunto que
no podia
defenderse~"
Hé aquí ot:ra cuestion que no es de relijion, ni de litrujia, ni de contro–
versia, ni de buen sentido siquiera, sino de diccionario. Dice en efecto éste,
como
lo
dice todo el que habla castellano, .que
la
palabra
&~o
se em-
(1) Obra
citada,
t .
I,
páj.
6!8.