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de un desgracíado estraujero que hacia
TRECB
A~
os estaba muriéndo.w d'.eo
miseria
y
de enfermedades en sus abominables claustros1
Silvio Pellico, víctima de la inquisicion política del Austria, llenÓ el pre–
aente
~glo
con los lamentos de su
ca:rcere du'l'a
en Spielberg
y
la historia del
baron de Trenck
y
de la
máscara
de
fierro
en la
Ba.stilla.
han pasado a ser las
leyendas pop,ulares
~e
nuestra época. Y sin E)mbargo, en este solo caso, en
que hasta los menores incidentes están oomproba.dos por el proceso mismó
de una víctima hasta
aquí
oscura
y
olvidada, todo sobrepuja el horror
y
el
asombro de aquellas! (1)
(1) El proceso de Moyen es en sí
mismo
(y no ciertamente porque nosotros lo haya–
mos
dado a conocer) una verdadera curiosidad americana, y lo seria sin disputa en
Europa, si llegan hasta sus pl'ensas. Es quizá el único proceso americano en que no se.
trata de brujos, hechiceros, endiablados, bla&femos, bigamos
y
otros delitos vulgares o
ridículos. Al contrario, es un debate entre un hombre instruido y racional i
la
nefanda
ignorancia de los que se llamaban los grandes apóstoles de
la
fé; y tiene ademas la cir.
eUD,stancia, no poco notable, de haber tomado orijen en las ideas
del
siglo
XVIII,
que
Arrastraron
ep
gran manera la emancipaciQll de nuestro continente.
Como prueba de lo que decimos podemos notar la impresion profunda que causó la
aparieion del libro del frances Delon perS'eguido y penitenciado por la oscura y remo.
ta Inquisicion portuguesa de Goa en
1674
y el no menos famoso caso de otro frnncea
(pues éstos por
habladores
habían de ser en todas épocas fácil presa del Santo Oficio.)
que ha consignado Llorente,
y
cuya historia está relatada en las siguientes líneas del
Oompendio de Rodriguez :Bnron
t.
1.•
páj.
lll6.
•
· "Entre los numerosos procesos que se formaron, en
esta
época, (a fines del último si·
glo) hai algunos
qu~
llaman particularmente la atencion. El del marselles, Miguel de
Rieux, conocido en España bajo el nombre del
Hombre
de la
natumleza,
presenta una
eatástrofe
espanto~a,
que llena el alma de amargura e indignacion contra el horrororo
secreto del Santo Oficio, Miguel de
RietL~
fué prt>so comg hereje en el año de 1'791,
y
eonducido a las cárceles de la Inquisicion. Era un homb;e mni instruido
y
confesó de
buena fé a los inquisidores, que por la lectura de
las
obras de Voltaire, Rmrsseau y otros
.filósofos babia formado eoncepto de que la única relijion segura era la natural, v que
todas las demas no eran mBB que invenciones humanas; que en sus estadios solo se
babia propue··to buscar
la
verdad,
y
que estaba por lo mismo
dispuesto a abandonar la
relijion natural'!! abrazar la católica,
siempre qtle hubiese alguno que quisiese hacerle
"Yel'
que babia vivido engañado.
.
"Emprendió esta conversion nn obispo niui elocuente,
y
logró.persuadirle
a:
q11e re–
eonociese la utilidad y aun en parte la necesidad de una revelacion, y en
~u
coosecuen_
eia se mostró el
Hombre de la naturaleza dispuesto a reconciliarse con la Iglll8ia;
el S¡lnto
():fi~o
consintió secretamente en ello, por cuanto Rieux no era un hel'eje obstinado:
debía pues comparecer en
tin
auto
de
fé
parliC'lelar
para recibir allí la penitencia; pero
eomo ignoraba el resultado de su causa, qnedó sumamente admirado cuando vió entrar
una maiiana en su calabozo a muchos familiares del Santo O.licio que le intimaron. se
puaiese
él&ambenito,
una
&rJga
de
esp<&rto al
cuello,
y
que fuese con una vela de cera en
la
I1I8J1(j"
a oir la sentencia de su causa. Al escuchar esto el·infeliz se estremece, se irrita
'1
no quiere ceder sino por fuerza; apenas se presentó a
la
puerta de la sala de audien–
cias euando
vió
un concurso numeroso que venia a presenciar el
atdo
de
fé:
quedóae
entonces fuera de
&,
y
montando despues en cólera, empezó a prorrumpir en mil exe–
.~onu
eontra 1a barbarie de los inquisidore6,
y
entre .otras cosas dijo. "Si de vJ•