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CAPÍTULO V

107

yendo el rreo en casa de la dicha doña María Pi9arro de

noche a la exorcissar, se quedava allá algunas

y

muchas

noches a la velar y guardar

y

dornlir en un estrado, junto

a la cama de la dicha doña María,

y

aguardava a que la

demas gente se rrecogiese e dormiesse, e ya que todos es–

tavan rrecogidos, dormidos

y

sosegados, una noche apa–

gando la vela o candela, llegándose a la cama de la dicha

mo9a, eam amplexus est et oscutalus et de lecto subla–

tam in cubile suum. jecit, et cum eam comprimere vellet,

priusquam ad actum pervenit pollutionem habuit, y así

sin mas proceder adelante, se apartó y la echó de sí, y

ella se subió a la cama. Y en la respuesta a la acusacion,

confiesa esto mismo y niega lo demas,

y

dize que hera

verdad que parescia que la dicha doña María estava pre–

ñada y se dava golpes ·en la barriga

y

que él se lo estor–

vava, teniendo sospecha que estava preñada de un Diego

Martinez con quien la dicha doña María pretendió casar–

se, y que era verdad que la dicha doñ.a María se le avia

quexado porque la tratava mal y le avía dicho que le avia

dicho (sic) su virginidad

y

que él le respondió que mentía y

que ella avia callado

y

corivencídose dello. . Asimismo,

confiesa que le llamaron para confesar a una doña Ines de

Vargas, que agora es casada con Pedro Costilla, hijo de

Gerónimo Costilla, en el Cuzco,

y

entónces hera donzella,

a la qual comen9ó a confesar,

y"

estándola confesando, le

dió un género de desmayo,

y

que él le puso la mano en el

estómago. y se la traxo por la barriga y luego bolvió en sí

y dexó de hacerle aquel beneficio,

y

por ser tarde se dexó

la confision; y que se acordava que doña Beatriz Marro–

qu.i, muger de don Diego de Caravajal, le envió a llamar

para que viese una criada suya, que se llan1ava María de

Morales, y a de estar casada con un herrero, y la halló en

la cama yndispuesta, y rrepresentándole ella ciertas nece–

sidades y trabajos en que estava, él alargó su mano hasta

ponerla sobre el estómago della y despues sobre la barri–

ga,

y

viendo el peligro en que estava, la clexó, diciéndola

que se aparejase para confesar. Asimesmo, confiesa que

confesando en el Cuzco a una mestiza, hjja de un hombre

viejo que vive en la

c~tlle

de don Antonio Pereira, questa–

va en la cama enferma, la puso su mano en el estómago