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CAPÍTULO V

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ña Francisca de Salinas, muger casada con un mercader,

que se llama Antonio Xuarez de Medina, de hedad al pre–

sente de veynte e quatro años, la qual dize que siendo

doncella e 1nochacha, estando con ella en el confisionario,

poco ántes de la confesion y despues della, le dixo mu–

chas palabras aficionadas con cuydado y mucho ocasiona–

das para que ella sospechase el mal fin e intento que lle–

vava, porque la persuadía a que aprendiese a escrivir, y

despues que lo aprendió la eserivia y la enbiaba · villetes,

sonetos y coplas, diziéndola que la quería mucho y otras

cosas de amores, ynportunándola que le escriviese, y no

la dexava hasta que ella lo hazia, y para 1nas la aficionar ·

y atraer a sí la enbiava regalos de conservas y otras golo–

sinas e se yba en cassa de sus padres della y estando con

ella y con su madre parlando dezia que queria yr a ver

el horatorio, y entrando ella a se le enseñar, quedándose

su madre en el estrado, la abra<;ava y besava allá en el

oratorio, lo qual hizo y pasó mas de diez vezes, appropin–

quans vultum suum ad vultum ejus, et tangens manibus

mammas ejus; ynportunándola mucha vezes en el confi–

sionario

y

en su casa, que ella le hablase en el corral de

su casa una noche, que no queria mas de estar hablando

con ella un rrato, e que ynportunada dixo que lo haria,

y abriendo ella una noche una puerta del corral de su

casa que salia a la huerta

y

casa de la Compañía, vió a

este rreo questava sobre el tejado, al parecer con unos

calyones cal9ados, y temiéndose que no la corrompiese,

se tornó huyendo, cerrando la puerta de su cassa, de lo

cual estuvo él muy enojado; y dende algunos dias el di–

cho reo bolvió a su casa de la dicha doña Francisca

y

en–

trando, como solia, con ella en el oratorio, besá.ndola, et

manus suas in n1amas ejus ponens objurgavit eam propter

praeteritum, dicens eam esse stultam et incipienten1, et

manus sub vestum ejus usque acl pudenda ingerens dixit,

se eam dilaceraturum esse, ut eam 1nanu stupraret; y ella

de miedo se salió huyendo del oratorio, ydize, asimismo que

quanclo este reo la confesava la preguntava si avia senti–

do algunas alteraciones de carne en sí y diziendo ella que

no, la dezia el reo que aquello quel hacia con ella hera

por quererla mucho y que no lo tuviese por malo, las qua-