CAP. VIII-MODO DE PROCEDER DEL SANTO OFICIO
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Una vez notificada al reo la sentencia, se encar–
gaba á algunos religiosos que fuesen á visitarle á
su prisión para persuadirle que, ya que no podía
escapar de la muerte, tratase de ponerse bien con
Dios. El que hasta el fin se mantenía pertinaz, era
quemado vivo; pero el que daba señales de arre–
pentimiento, lo que frecuentemente sucedía ante
la espectativa del tremendo suplicio, era primero
ahorcado y á continuación quemado su cadáver.
Cuando el penitente había fallecido, ya hemos di-
cil mayor,
á
los dichos Duarte Anríquez,
é
Diego López
é
Gregorio
de Tavares
é
las dichas ocho estátuas, el cual dicho alguacil mayor,
en caballos de enj:dma, llevó
é
mandó llevar
á
los susodichos herejes
al Prado de San Lázarro, con voz de Alonso de la Paz, pregonero
público, que manifestaba sus delictos.
É
en el dicho prado, en los pa–
los que allí estaban, ataron á los susodichos, y allí al dicho Duarte
Anríquez se le dió garrote por P edro Roldán, verdugo, y á los dichos
Diego López
é
Gregorio de Tavares
SE QUEMARON
vrvos,
y
el cuerpo
del dicho Duarte Anríquez se quemó muerto con las dichas ocho es–
tatuas, hasta que se hicieron polvos. Testigos: el capitán Pedro de
Zárate
é
Juan de Birviesca, é Luis Jiménez, é Juan Agustín Corzo y
otras muchas personas, de que todo pasó en mi presencia, de que doy
fé .-Gristóbal de Quezada,
escribano público.
«En otra ejecución que se hizo en 29 días del mes de Octubre de
1581 años de la persona de Juan Berna!, hereje, por luterano perti–
naz, en tiempo de los señores Inquisidores Cerezuela y Ulloa, que le
relajaron en auto público de la fé, dice que estando el alguacil mayor
Ceverino de Torres en el palo para el efecto puesto en el Prado de
San Lázaro, y estando ligado y con mucha leña al rededor y juntos el
padre José de Acosta· y otros padres de la Compañía de Jesús, se le
hizo al dicho Juan Berna! muchas amonestaciones de que creyese en
Dios Nuestro Señor y en todo lo que tiene y cree la Santa l\ladre
Iglesia, con apercibimiento que si ansí lo hiciese se le daría garrote,
é
que no lo haciendo así, le quemaría vivo;
y
el dicho Juan Bernal
muchas veces dijo que ¡:¡o quería,
y,
atento á esto, el dicho alguacil
mayor le mandó pegar fuego,
y
se pegó y ardió y en él el dicho
Juan Berna! hasta que naturalmente murió y quedó hecho polvos.–
Ante Juan Gutiérrez, escribano ptíblico.»