CAP. VIII-MODO DE PROCEDER DEL SANTO OFICIO
221
dral y otras iglesias, en memoria del delincuente,
y que éste solía llevar toda su vida como signo
de afrenta;13 una soga al cuello, y en. ocasiones la
mordaza.
Una vez en los tablados, comenzábase por reci–
bir al Virey juramento de defender al Santo Oficio,
á la Audiencia, etc., y al pueblo; se predicaba el
sermón de la fé, y en seguida salían los reos á un
lugar prominente á oír la lectura de sus senten–
cias, en cuya tarea se alternaban con el secretario
del Tribunal los personajes más conspícuos.
Á
continuación se verificaban las abjuraciones, ó de–
gradación, cuando había lugar, Y> como conclu–
sión, se llevaba á los impenitentes al quemadero.
Terminada la fiesta, con frecuencia m uy tarde, pues
hubo auto· que dúró desde las seis de la mañana
hasta las once de la noche, el acompañamiento
regresaba á dejar á los Inquisidores en el Tribu–
nal.
13
En carta de los
In~uisidores
de
18
de Agosto
1659,
se lee:...
«Se han visto
y
recorrido por algunos ministros de este Santo Oficio
los sambenitos de reconciliados
y
relajados por él (que se colocaron
en la Catedral de esta ciudad
y
oiras partes,) y están enteros y le–
gibles los rótulos, de modo_que por agora no necesitan de renova–
ción.»
«En esta Inquisición, decían en otra ocasión, se ha usado siempre
ponerlos, luego que se han ejecutado las sentencias, en la Iglesia Ma–
yor de esta ciudad
y
ansí lo están todos sin faltar ninguno
y
se tiene
cuidado á tiempos de hacellos limpiar y revocar cuando ha conveni–
do,
y
los de moriscos se pondrán en tabla, que sólo son dos,
y
lo
mismo se hará adelante, como V. S. manda.n-Ca1·ta
de 20 de Abril
de 1621.
Ya veremos que una de las circunstancias que motivó el saqueo de
la Inquisición, cuando se declaró extinguido el Tribunal de Lima fué
principalmente el que no se hubiese procedido á quitar los sambe–
nitos.
l'