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INQUISICIÓN DE CHILE

cho que se exhumaban sus huesos y se quemaban

junto con su efigie.

El quemadero estaba en Lima en las vecindades

de la plaza de Acho,

y

los reos eran entregados

á

la justicia ordinaria á la puerta de la Iglesia de

los Desamparados, inmediatamente después de pa–

sar el puente que une los dos barrios de la ciudad.

Las ceremonias consiguientes al castigo de los

delincuentes se verificaban en auto público de fé,

de ordinario, en la plaza mayor, donde para el in–

tento se levantaban tablados, costeados unas veces

por el Tribunal, otras por la ciudad.l2

Á

la fiesta

se invitaba con anticipación al Virey, Audiencia,

Cabildos, Universidad, etc. , y en general al pueblo

por medio de pregones que se daban en los sitios

más públicos, á veces con un mes de anticipación.

Las autoridades y el vecindario iban á las casas del

Tribunal

á

sacar

á

los Inquisidores,-que decían

primero misa,-y entre numerosa escolta y grandí–

simo concurso de gente, salía la procesión de los

reos cada uno acompañado de dos familiares y

todos

revestid.os

de sus insignias.

Eran éstas la vela verde, la coroza ó cucurucho

de papel, como de una vara de alto, en que iban

pintados diablos, llamas y otras figuras alusivas al

delito; el sambenito

ó

capotillo amarillo, de una

ó dos aspas, que se colgaba después en la Cate-

12 Los autos

particulru·es

se verificaban en la Iglesia de Santo Do–

n1ingo,

y

en raras ocasiones, en otra parte. Los

autillos

tenían lu–

gar en la sala de audiencia de la Inquisición.

Dedúcese, pues, de aquí que lo autos de fé s6lo se verificaban en

Lima,

y

que, por con. iguicnte, jamás tuvo lugar alguno en Chile.

Los chilenos,

ó

mejor dicho, lo

reos de fé procesados en este país á

quienes se condenó

á

la hoguera, sufrieron el suplicio en Lima.