220
INQUISICIÓN DE CHILE
cho que se exhumaban sus huesos y se quemaban
junto con su efigie.
El quemadero estaba en Lima en las vecindades
de la plaza de Acho,
y
los reos eran entregados
á
la justicia ordinaria á la puerta de la Iglesia de
los Desamparados, inmediatamente después de pa–
sar el puente que une los dos barrios de la ciudad.
Las ceremonias consiguientes al castigo de los
delincuentes se verificaban en auto público de fé,
de ordinario, en la plaza mayor, donde para el in–
tento se levantaban tablados, costeados unas veces
por el Tribunal, otras por la ciudad.l2
Á
la fiesta
se invitaba con anticipación al Virey, Audiencia,
Cabildos, Universidad, etc. , y en general al pueblo
por medio de pregones que se daban en los sitios
más públicos, á veces con un mes de anticipación.
Las autoridades y el vecindario iban á las casas del
Tribunal
á
sacar
á
los Inquisidores,-que decían
primero misa,-y entre numerosa escolta y grandí–
simo concurso de gente, salía la procesión de los
reos cada uno acompañado de dos familiares y
todos
revestid.osde sus insignias.
Eran éstas la vela verde, la coroza ó cucurucho
de papel, como de una vara de alto, en que iban
pintados diablos, llamas y otras figuras alusivas al
delito; el sambenito
ó
capotillo amarillo, de una
ó dos aspas, que se colgaba después en la Cate-
12 Los autos
particulru·es
se verificaban en la Iglesia de Santo Do–
n1ingo,
y
en raras ocasiones, en otra parte. Los
autillos
tenían lu–
gar en la sala de audiencia de la Inquisición.
Dedúcese, pues, de aquí que lo autos de fé s6lo se verificaban en
Lima,
y
que, por con. iguicnte, jamás tuvo lugar alguno en Chile.
Los chilenos,
ó
mejor dicho, lo
reos de fé procesados en este país á
quienes se condenó
á
la hoguera, sufrieron el suplicio en Lima.