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CAP. VID-MODO DE PROCEDER DEL SANTO OFICIO

223

los condenados á ellas se les recibiese en las cár–

celes públicas para que fues en llevados «sin excu–

sa ni dilación.n16

La primera diligencia que seguía á la prisión

d0 los reos sospechosos era siempre el secuestro

de su fo rtuna, que más tarde, una vez condenados,

ingresaba á las arcas del Tribunal, ya en parte) si

el delito era leve, en forma de multa, ya como con–

fiscación total si se trataba de un hereje cualquie–

ra. Cuando mucho, se devolvía en ciertos casos la

dote á la mujer del condenado, que en cuanto á sus

hijos, por gracia especial, podían los Inquisido–

res tomar alguna providencia, á fin de mante–

nerlos.

Para encarecer más todavía de lo que mandaban

16

Leyes de Indias,

20, tít. 19, libro

I.

Como es sabido, las leyes habían infamado el ejercicio del remo,

encargando

á

los tribunales que proporcionasen gente para las gaJe_

ras. Son muchos los escritores que hasta Cervantes han pintado la

vida de la galera, pero de todos ninguno que como el Obispo de Mon–

doñedo la haya descrito eón más colorido

y

gracia. Entre sus muchos

privilegios estampa estos dos, que por hacer á nuestro caso los re–

producimos aquí: "Es privilegio ele galeras que libremente puedan

anclar en ellas frailes ele la Orden ele San Benito, San Basilio, San

Agustín, San Francisco, Santo Domingo, San Jerónimo, Carmelitas,

Trinitarios y i\Ierceclarios. Y porque los tales religiosos puedan an–

clar por toda la galilra, dicen los cómitres, que ellos han sacado una

bula para qu<J no traigan hábitos ni casullas, ni coronas, ni cintos, ni

escapularios, y que en lugar de los breviarios les pongan en las ma–

nos con que aprendan á remar y olviden el rezar.»

«Es privilegio de galera que los ordinarios vecinos y cofrades della

sean testimonieros, falsarios, fementidos, corsarios, ladrones, traido–

res, azotados, aeuchilladizos, salteadores, homicidas y blasfemos; por

manera que al que preguntase qué cosa es galera, le podremos res–

ponder que es una cárcel de traviesos y un verdugo de pasajeros.»

Las ob>·as del ilustre seño1· don Antonio de Guevara,

1539,

folio.

Puede verse el muy interesante libro de nuestro amigo Fernánclez

Duro,

La mar descrita por los ?na>·eados,

Madrid, 1877.