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INQUISICIÓN DE CHILE

cumplido en manera alguna los propósitos con que

se le instituía. Mas, la dificultad estribaba en que ni

aún en la misma ciudad de Los Reyes, podía encon–

trar personas medianamente idóneas para tales

puestos. De los doce y más clérigos que por aquel

entonces alli había, <<no se hallaba, según decía,

uno capaz de quien poder echar mano.» <c¿Qué será,

añadía el fiscal Alcedo, en las demás ciudades

donde no hay sino dos, y en muchos lugares

uno?»

1

El clero de Chile por esa época distaba mucho

de ser numeroso y respetable. La diócesis de San–

tiago se hallaba vacante y los canónigos habían

tenido con este motivo <<tales pasiones y escándalos

sobre el mandar y tener cargo de la jurisdicción,>>

que habían ocasionado mucha nota y turbación

en el pueblo.2 De los demás

clérigos~

dos estaban

impedidos por su mucha edad, otros dos servían

los curatos de San Juan y Mendoza, y los diez que

quedaban se encontraban repartidos en diversos

lugares, de doctrineros ó capellanes. En el Obis–

pado de la Imperial, de que acababa de tomar po–

sesión fray Antonio de San Miguel, los sacerdotes

eran todavía mucho menos numerosos. Baste de–

cir que en el Coro no había más canónigo que el

deán don Agustín de Cisneros.3

l

Ca,·ta al Consejo de 12 de Junio de 1570.

2

Cm·ta del Obispo .!Iedellin al Rey, fecha 4 de 1\layo ele 1578.

Componían entonces el Coro ele Santiago Luis Verdugo, deán; Fran–

cisco ele P arceles. arcediano; Fabián Ruíz ele Aguilar, chantre; el

maestre-escuela Baltasar Sanchez; el tesorero Thlelchor Calderón,

y

el

canónigo Francisco de Cabrera. Como lo veremos luego, casi todos

estos clérigos fueron después procesados por el Santo Oficio.

3 Sobre el estado

y

número de los clérigos que vivían en Chile en

la época que vamos historiando, puede el lector consultar

Los Ol'ige-