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LA INQUISICIÓN

Pero, al fin, tanto apuraron la materia los minis–

tros del Santo Oficio que llegó un día en que si–

guiéndose causa de concurso en el Consulado de

·Lima sobre los bienes de Félix Antonio de Vargas,

ordenó el Tribunal, c<por el interés de un secretario

·suyo,>> que se le ·enviasen los autos para que ánte él

se tramitase el juicio; y pareciéndole al del Consula-

do que esto seria en agravio de sus fueros, se pre–

sentó ante el Gobierno, el cual, con dictamen del

Real Acuerdo, dispuso que se formase sala de com–

petencia, lo que resistió la Inquisición con pretexto

de no ser caso de duda el fuero activo de sus minis–

tr.os

titulados.

El virrey Manso

á

su llegada á Lima encontró el

expediente en este estado,

y

comprendiendo, corno

dice, que en él estaba interesada la causa pública,

después de nuevas tramitaciones sin resultado, hizo

llamar á su gabinete

á

los Inquisidores para ver

modo de tratar privadarí.1ente el negocio, logrando

que se allanasen á formar sala refleja, en que se de–

cleelarase si el punto era de la ele competencia. Pero

eri. esto surgió una nueva dificultad, que consistía

en que e1 oidor decano instaba para que se le admi–

tiese con. capa

y

sombrero:

y

la Inquisición que ha-

.bía de entrar con toga

y

con gorra, empeñándose

cada parte en sostener su dictamen corno si se tra–

tase de la cosa más grave. Después ele nuevas ac–

tuaciones judiciales

y

nuevas conferencias privadas

se resolvió al fin que los ministros gozaban. del fue–

ro, como lo pretendía el Santo Oficio. Mas, no pensó

el Rey lo mismo, pues en vista de los autos, expidió

la cédula fecha 20 de Junio de

1751,

declarando que

los ministros titulados

y

asalariados del Santo Ofl–

cio sólo debían gozar del fuero pasivo, así en lo