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LA INQUISICIÓN
Y
tanto Cerezuela como Arrieta, á poco de llegar,
denunciaban el hecho de que, especialmente en Ja
provincia de Guamanga, algunos indios bautizados
públicamente enseñaban á otros «que lo que les pre–
dican Jos sacerrlotes cristianos de las cosas de nues–
tra santa fe católica· es falso y que no puede ser Ycr–
dad, y que llamen
á
los sacerdotes cristianos, que
ellos les harán conocer que es falso lo qt1e les ense–
ñan.>> Arrieta añade que aún se azotaba á los indios
que daban seüales de creyentes, por lo cual aconse–
jó al Inquisidor que, apartándose de sus instruccio–
nes, procediese desde luego á encausados, adu–
ciéndole que en Sevilla había Yisto á muchos
esclavos moros que dogmatizaban á otros esclavos
cristianos que por pervertidores de los fieles los
prendían y castigaban, «y he visto quemar algunos,
termina, no obstante que son moros y no baptiza–
dos.>> Cerezuela, á pesar de eso, sólo se limitó á
consultar el caso al Consejo.
Más tarde, sin embargo, los indios dieron bastan–
te que hacer á la Inquisición, por las supersticiones
que infundían á la gente de baja esfera, haciéndoles
creer en las maravillas que era capaz de producir
en los hechizos la coca, cuyo uso desde aquel en–
tonces el virrey Toledo había tratado de desarrai–
gar.
Conforme á las reales disposiciones que querlan
expresadas, al Tribunal fnndado en Lima competía,
pues, conocer de todas las causas de fe que se origi–
nasen en la América del Sur, quedando, por consi–
guiente, comprendido dentro de su jurisdicción
el
distrito de la Argentina.
Vése, pues, también que, conforme á ellas, el so–
berano había colocado desde el primer momento