EN CARTAGE.i\A DE INDIAS
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Entrando en algunos detall es acerca de la calid ad
y sus tancia de estas denunciaciones, manifestaban
los jueces, «en materia de herejía ó judaísmo pocas
son las qu e han habido; las más son el e hechiceros
y embu s tes muy perniciosos, tanto por la calidad
dellos, cuanto por la extensión, porque pocas son ó
ningunas las muj eres, desde la más pobre hasta
la más prin cipal, que no hayan in currido,, poco
ó
mueho, en ellos y estaba tan cundido esto de sor–
tilegios, qu e, si Dios no lo .remediara, se les diera
más crédito ó
tanto~
dentro de pocos días, que á la
mesma verdad .»
Estos comienzos de procesos resultaban, s in em–
bargo, por el momento, el e poco provecho por la
falta de cárceles en que hasta entonces se veian. En
las casas arrend adas no había loca1 para instalarlas,
de modo qu e idearon levantarl as en el corral do la
que ocupaba el Tribunal. Levantarlas hemos di cho ,
porque en cuanto á hacerlas en bajo no era posible
siquiera pen sarlo, en aquel clima húmedo y malsano,
que con seguridad en muy poco tiempo había do ll eYar
á la tumba al preso que cayese en ellas. A ese intento
ll amaron al ingoi1iero deÍHey que había en la ciudad y
al maestro mayor do obras, quienes les hicieron pla–
nos y presupuestos para doce cárceles en un ed if1-
cio qno debia tener, por lo dicho, tres pisos .
Otro in conYenionic grayísimo con que tropezaban
era la f'nha de personas idóncns qne pudiesen ser–
vir Jos cargos del Santo Oikio . La ciudad no con–
taba con más el e quinientos Yocinos y el número de
letrados qu e hab ia en todo el rlistrito Rsignado al
Tribunal, exceptuRndo lo oiclore. , era
t~m
corto que