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LA INQUISICIÓN

no pasaban de dos, de los cuales, uno al menos, no

había hasta entonce dado siquiera indicio de soli–

citar puesto alguno del Santo Oficio. En cuanto á

los eclesiásticos, sólo el tesorero ele la Catedral, que

era á la vez provi or del obispado, tenía alguna

opinión de letras

y

se le tenia ya designado por oedi–

nario; y en cuanto á teólogo .. , el padre maf' tro fray

ndrés de San Pedro, que había Yen ido nombrado

como calificador de E paña, estaba f'ntre la gentes

en pobrísimo concepto, «y tanto, decían, que la más

veces quedó el pueblo e candalizado de su

ermo–

ne , y hay en la hora de ah01:a má ele catorce pro–

posicione suya con otras tanta. te tiflcacione que

tienen necesidad de calificación. No hay otro algu–

no, concluían, que tenga nombre de letrado, y

i

le

hay, no ha acudido á pretender nada.))

1

En cambio, los

do~

médicos que ejcr ·ian en el pue–

blo se disputaban ser titulare

del

~·anto

Oficio,

acordándose que se les die e nombramiento á am–

bos, <<pues atenderán má , manifestaban, á la calidad

que se les da, que á la cantidad que esperan, por ser

personas que tienen lo que han mene ter y viven

desacatadamente.))

2

En cuanto al puesto de alcairle, aunque por no

haber cárceles, poca falta hacia por el momento, no

logeó el Gobernador imli carles persona alguna que

pudiese servirlo.

r.

Carta de r8 de Diciembre de r6ro.

2.

El uno de estos médicos se

llam~ba

el doctor Antonio de Cheva–

rria, regidor de la ciudad, antiguo en ella

y

hombre d e «buena suer–

te.» El otro, que era persona de letras

y

graduado en Salamanca,

se

firmaba el Licenciado Robles.