EX
CARTA,GE~A
DE I NDIAS
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Si esto ocurría en la ciudad asiento del Tribunal,
ya se comprenderá que había motivos para que con
n1ás razón sucediese lo mismo en los demás lugares
del distrito. De todas partes recibían respuestas des–
-consoladoras. «Es cosa lastimosa, decían, cuán po-
-cos ministros se hallan en todas partes, que lo causa
las pocas personas que en ellas hay de momento,
y
s i hay alguno: no trata de erlo ni lo apetece .»
r
Conforme á órdenes del Consejo, hab.ían admitido
por familiar á un Uateo R.amirez, proveedor de las
galeras de Su Majestad, y escrito á los inquisidores
de Lima y México el establecimiento del Tribunal
y:
el distrito que se le daba, eú el cual, declaraban, con–
forme á lo que se les ordenara, debía comprenderse
el obispado de Nicaragua, por ser más fácil su co–
municación con Cartagena.
Los inquisidotes han hecho una buena pintura de
lo que eran las autoridades de Cartagena por aque–
lla época. Del gobernador D. Pedro Fernández de
Velasco, decían que era una excelente persona, ele
noble estirpe, que acudia de veras al servicio del
Santo Oficio, y sin más
el
efecto que el de ser dema–
s iado bondadoso.
El obispo fra.) Juan de Ladrada, dominico, era
hombre de buena vida
y
costumbres, pero por s u
mucha edad se dejaba influenciar fácilmente por los
ecl esiá~ticos
que le rodeaban, y
las dignidades
y
prebendados de la catedral, casi todos nacidos y edu–
-cados en Indias, de escasísirna ilustración y con tan
pobres rentas que para s ustentarse debían hacer
personalmente oficio ele curas.
r.
Carta
de 5 de Junio de
16 1
r.