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LA
I~QUISICIÓ~
el general de las galeras y otra s muchas personas
con el fin de apaciguarla. ccEstuyo la ciudad á pique
de seguirse grandes daüos, refi eren los ü1quis iclores,
en el entretanto que se apacig uaba el fu ego que se
había levan tado, que no fué tan pequeüo que no so–
nasen las cajas más á guerra
y
alboroto qu e
á
otra
cosa, que por ser en la ocas ión que fu é, echará V. A.
de Yer qué tan grand e podía parecer á los que esta–
ban en la iglesia .)) Al capo -de un rato logró conti–
nuarse la in terrumpida lectura, pero era ya dada la.
una de la tarde
y
aún no podían los inquisidores
YolYer á sus casas, adonde
á
poco acudieron rnuchas
p ~rsonas
para rogarles que hi ciesen ele man e ra que
los cabecillas de aquel motín, que por la enemi s tad
de sus respectivos iefes se venía renoyanclo con–
únuamente, se ataj ase do una Yez; tom ando pié ele
aquí para pedir que so diesen mayores facultades al
:Tribunal, qu e en lo ele adelante se esperaba serviría
de regulado r entr e tan ta gente lil.lre
y
mal discipli–
nada como eran ele ordinario los ·soldados do presi–
dio
y
ga leras que poblal.lan la ciudad.
Lu ego de haberse ·publicado el edi cto, las gentes–
se manifestaro n retra ídas en ocurrir al S anto Oficio
y
casi no hu bo tosüficacionos, pero pro nto comen–
zaron á cargar tantas, r efieren los inqui sidores, que
parecía cosa do jubileo , según la muchedumbre de
gente, así hombres como muj eres, .qu e acudían al
Tribunal. En esto se leyó el anatema
y
se prosiguió
ad elante con la" testificaciones, qu e por más de un
mes, cccon no rocebir muchas dellas por pa recer de
poca consideración
inó en membrete, nunca se pu–
do despachar la gente.))