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LA INQUISICIÓN
á
su ministerio tomase aquell as providencias que
estimase necesarias
y
participase lo que fuere digno
de noticia, á e'fecto de que no se promueva la ense–
sefí a nza, concluía Guirior, de lo que induj ese ht
me nor sos pecha,))
~l
comisario, como era natural, se limitó á trans–
~ribir
el expediente al Tr ibunal; éste dió vista al
fiscal,
y
por su informe se le pidió á los califica–
dores .
Y
a.quí entra lo n)ás curioso ele esta polémica
cientifico-reli giosa.
E l primero do los nom.Jwaclos, Fr. Domin go Sala–
zar, dijo que la proposición de Mutis, ó sea el siste–
ma de. Copérni co, si bien no merecía censura teoló–
g ica, no lo con;:;en ti an los lugares ele
la
Escritura
que citaba, «eDtonclidos como pueclon y deben. en–
ienderse,)) de que la tierra permanecía fija mientras
el sol se moYía, «por no haber cosa que lo emb::1raze,
en sentido literal, prop;o
y
rigoroso )) ;
y
que, así, opo–
n iéndose el s istema. copern icano
á
la
Sagrada Es–
critura, ningún C(llólico debiera defenderlo corrio
tésis . El segundo de los califlcacloros, otro fraile ll a–
mado Escalante, pasó por aquello como por sobre
ascuas
y"
se limüó
á
decir qne las proposiciones nü
merecían censura teológica. Quedaba por- oir la opi–
nión del fiscal.
«Creíhle es, decía éste, que si el Tribunal quisiese·
oír el dictámen de Jos demás califi cacloros, los \•ería.
convenir todos en ]a misma condenación, conformán–
dose con los autores más recebidos
y
seguidos hast&
a hora de todas las escuelas qne, á una voz, detestan
este sistema como absolutamente contrario á la )3a–
grada Escritura y proscripto repetidamente por
Ja. .