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LA INQUISICIÓN

El Visitador, que comprendía este temor de los ve–

cinos, no queria darse prisa en recibir las pruebas,.

aunque estaba palpando los manejos de Uriarte

y

Ortiz: primero, para gestionar en España en contra.

de la visita,

á

cuyo efecto había des pachado allí á un

hijo suyo cargado de dinero, y luego para ocultar–

sus bienes, y que así, si llegaba á conclenárseles, la.

sentencia no tuviese ejecución. Mas, urgido de las.

órdenes terminantes del Consejo para qu e terminase

su visita, hubo de proceder á dar sus cargos

á

los.

acusados.

A ese tiempo había ll egado, el 18 de julio ele 1650,.

el nu evo flscal don Juan ele Mesa, con quien tu\'Oque

acompaííarse Meclina Rico, según instrucción ex–

presa del Consejo, en el caso ele que Uriarte le recu–

sara, como aconteció en la primera audiencia que con

él tuvo.

Mientras tanto, Pereira se sentia tan angustiado

con la visita, queMesaledijo que, en iándole los car–

gos, se había de morir; se le dieron , efectivamente

en 4 de agos to; estuvo leyéndolos hasta media no–

che; llamó médico al día siguiente y le desahuciaron ,.

y

apenas hizo testamento, cuando falleció el 13 de

agosto de 1650.

1

Uriarte le seguía bien pronto, ha–

biendo muerto el1.

0

el e febrero del año siguiente.

Así fué como acabó aquella visita.'}

r.

Carta de 1\Iesa, de 23 de septiembre de r65o.

2 .

Un hecho interesante que se acreditó en ella

y

que no debemos

silenciar aquí fu é q ue el fisco de la Inquisición contaba en Car–

tagena por entonces con 187,677 pesos. Carta de Marcos Alonso de

Huidobro,

24

de septiembre de r65o.