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LA INQUISICIÓN

alguna en anocheciendo, y tienen esta ley escrita

entre otras en un cartel del cuerpo ele guardia, y

ha mandado á la ronda y á cualquier so ldado que

de noche encontrase á cualquier negro con cuchillo

ó otra cualquier arma, le tra,iga al cuerpo de guar–

dia y sin preguntar cuyo es, le den pien o, que son

cincuenta azotes. Este es el banóo y ley que tiene

esta república. Para atajar tan grande riesgo como

se teme eacla día, eiorto soldado ele este presidio,

cabo de eseuaclra de él y Yeinte aiíos de buen ser–

vieio á S. 11., iba una noche ele ronda, y encon–

trándose eon un negro del dicho inqui idor (sin

saber que lo fuese) epn un cnchillo jifero trájolo al

cuerpo ele guardia; y en cumplimiento del orden de

su capitan general, mandó _?zotar al negro,

y

habién–

dole dado algunos, elijo el)1egro cómo era del inqui–

sidor; elijo el soldado: (<pues e o os valdrá para

quila ros lo que os faltan; dejénlo; y otra vez no sal–

gais de noche, con armas;)>

y

con esto fuese el negro

á

casa ele su amo y contólo

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que pasaba, el cual el

día siguiente invió

á

llamar al soldado; fué á su

llamado,

y

entrando por la sala donde el inquisidor

estaba,

leYantóse ele la silla

y

como un hombre

frenético embistió eon el soldado; quitóle la espada

y dióle eon ella muchos y muy grandes espalda–

razos; quedó el soldado ab orto y fuera ele sí de ver

un caso jamás de él pensado; abatióle luego al suelo

y

dióle muchos puntillones; arrimóle demás desto

á

una pared y dióle muchas y muy grandes cala–

bazadas_,

y ele esta manera echóle de la sala la

gente de casa, que estaba prevenida para el caso,

según lo que pareció . Según iba pasando el pobre