-
95 -
tenida por tal, segun se apuntó en el capítulo
l
?
y
ma–
nif~s~ó
ella misma
á
sus confesores; fueron . muchos,
y
· cas1 mnumerables los milagros prodigiosos que hizo, de
los cuales pondré aqui
alg~nos .
Entrar cargados los tullidos, y salir a.ndando por sus
pié ,
á
vista del gran concurso de gente que babia, y de
·ver tantos proch gios, a.lzaban el grito diciendo: milagro!
milagr o.
y
á
esta voz concurrjan innumerables enfer–
mos. Trajeron Escrib .1o Público, sin pedirlo nosotras,
para pue fuera ·dn.n clo fé, y escribiendo todos los prodi–
gios pue veia,
y
oi< decir Lle la sierva de Dios, las cua–
les doclar:1cioncs ·e las llevó el dicho Escribano, que
nosotras con lag ·
li
pena. con que estaba.mos, y el gran
concurso ele gente, n
las pudimos haber
las manos.
En e pecül me
üCU
rclo de un señm: Sacerdote lla-
mado D . ... . . .. . no ·upc, u nombre, que era tan
ordo,
que solo
or
Cl'ito sabia lo que le decían y habiendo
entrado
á
don de estaba el cuerpo de la
ierva ele Dios,
le aplicaron la ma!lo le la icrva de Dios.
á
los oidos,
y
al contacto, en menos de do credos salió oyendo como
cualquiera bueno y .·ano, dando todo
1
oncur o de gen–
te mil gracias
á
Di
e:;
de tal prodigio y milagro .
Sucedió que en vida venia,
á
ver
á
la ·ierva de Dios
una s ñora que la qucria mucho, llamada. Doña Vcitoria
Ferna.nclcz,
y
si mpre qu venia le rogaba mucho le pi–
die e
á
Dio. por hallar. e muy sorda, le volvie e el oido
porque padecía mucho trabajo para COi1 fe¡;ar. e·
y
1a
sierva de
ljj ,
le r . ponclia: no te conviene; no quiere
Dios que 01ga.•. 1\Iu rta pues la
ierva de Dios, como
estaba haqiendo tantos milagros, su herma.nas de la di–
cha señora sorda le dij eron con instancia: coge la ma–
no de la sierva de Dios
y
éntrate el dedo en el oído.
Cogióle una de su hermanas la mano,
y
entrándole el
dedo en el oido, apartó la ierva de Dios la mano, do–
blando el dedo, como
i
c. tuviera viva. Y repitiendo la
misma diligencia por tres veces, hizo la propia accion:
con esto dijo la sorda, no me lo pongan mas, que lo quo
me decía en vida me dice difunta; y así ha permanecide