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donos á entender que se moria, vino el Escribano,

y

dió poder al dicho hermano Sebastian.

Con esto pasó el Iv.Iiercoles, Jueves

y

Viernes,

y

el

Sábado once del

mi~mo

mes de Agosto, á las cuatro de

la mañana, me preguntó:

¿quA dia es hoy?

y

le respondí,

Sábado; y -entónces me dijo:

Sábado nací:

y corriendo

el dia, á medio día me preguntó,

y

me dijo: ¿ya fueron

á

comer?

y

le dije, si :Madre; y entónces me dijo, ¿y tú

no vas? á ]o cual le dije, clespues iré; y entónces me pre–

guntó, ¿qué hora es? y le dije las doce,

y

me dijo:

de las

doce

á

la una,

~tna:

de la tt,nct

á

las dos, dos: anda hiia

á

comer, que me quiero recoge1·

ttn

1·atfto

á

o?·ac{on.

Este misd.l día había ordenado el médico haGerle

~n

remedio á los tres cuartos para las dos de la tarde,

y

siendo ya hora ele hacérselo, le dijo una hermana llama–

da Juana del Niño Jesus, que

ya

es:difunta: TY.¡adre,

ya

es hora de hacerle á U. el remedio. A lo cual respondió:

gracias

á

Dios que muero ·en manos de UU.

y

del Dr.

Galvan, que era el médico . que la asistía;

y

estando ha–

ciendole el medicamento, la dicha hermana Juana,

yo,

y

la hermana Ventura de la

Santís~ma

Trinidad, incor–

porada la sierva de Dios, y sentada sobre su cama, se

puso su mantilla en la cabeza que le tapaba todo el

cuerpo, y poniéndose en pié con velocidad, sin que na–

die la ayudase

á

levantar, se puso en cruz, con los bra–

zos extendidos

y

los ojos clavados en el Cielo,

y

el un

pié sobre el otro,

y

en acleman de estática estuvo así

, cerca de un cuarto de hora,

y

así espiró: en aquella pos–

tura le ví dar dos boqueadas,

y

todavía . prosiguió en

cruz,

y

parada en la misma forma, sirt mas arrimo que

el de una hermana, que temiendo no cayera, le pus.o su

mano arrimada

á

las espaldas, que fui mas para mani-

festar su admiracion que para sostenerla.

·

Y habiendo espirado la sierva de Dios, inclinándose

por sí misma suavemente,

y

con pausa el cuerpo difun–

to, sin bajar los brazos, ni apartar los piés, recostó su

cabeza sobre la almohada. Yo solo ví el que se puso en

pié, con los brazos abiertos en cruz,

y

los ojos como dos