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9-

<le oro finí imo, y no cabe en ponderacion a.

i

la hechu–

ra como la fábrica de ella, que le pareció (pro eguirá lo

demas con su,s mismas palabras)

ce

que solo en el Cielo e

pudiera fabricar, porque en la tierra no cabe se hiciera

cosa semejante; á que le dije y pregunté:

~{adre,

quién

hizo esto?

y me r espondió: yo hija: y le dij e, U. Madre?

y

me volvió á repetir lo mismo: yo hija, yo hija..

En lo que

toca~

su enfermedad y muerte, pudiera de–

cir mucho, porque su accidente fué solo del corazon, de

una palpitacion tan horrenda, que muchas veces calen–

tándole los piés le saltaban tanto, que admirada yo le

decía: Madre, ¿<!lié es esto que salta á U. en los piés?

y

me respondía: hija, el corazon;

y

yo led cía ¿tan gran–

de tiene U. el corazon que le llega hasta los ,piés? El pa–

decer era infinito, porque tan breve como se

abrasab~,

se helalja. Los médicos mejores que había en esta ciu–

dad la curallan

y

visitaban, y ninguno acertó á conocer

el accidente que padecía; y asi llamé á otro médico que

en conocimiento ele toda esta ciudad decían era el mas

sábio en su oficio: víó á la sierva de Dios, y le dijo, des–

p~es

de muchas preguntas que le hifo: Madre mia, so–

lo de dos cosas pende este mal de U., ó de haber hecho

una gran fuerza, ó de mucho amor de Dios: de lo que

quedó muy corrida,

y

con harta verguenza.

· Fué corriendo el tiempo,

y

la sierva de Dios pade–

ciendo mucho; los médicos iban y venían sin·hacerle re–

medios que la aliviaran; y la sierva de Dios, la semana

en que murió, el Martes de ella, que fué trece de Agos–

to, la misma. sierva de Dios pidió le diesen los Santos

Sacramentos,

y

trajesen

~scribano,

para darle 'poder al

hermano Sebastian de Antuñano para que· testase p_or

ella, lo que ya leJ!abia comunicado. Con esto trajeron

los Santos Sacramentos para dárselos, y luego que en–

tró mi Señor en su celda, de que llegó el Sacerdote con

el Señor en las manos, se ,arrobó, que fué necesario es–

perase algun tiempo para poder darle el Señor; y el Mi–

nistro de Dios, le mandó volviese en sí

par~

re.cibjrle;

recibiole con grande amor, reverencia

y

alegría,

y

dán-

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