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nnteriorrnente? En todas estas supresiones cnnitierot.l

los popas, co1no lo asegura Clen1ente XIV apoyado

en la historia, "el prolijo é intdneado método de se–

guir las causas por los trá,mites judiciales, y se atuvie–

ron únicamente

á

las leyes de la prudencia.» El siglo

XVIII

se hallaba 1nuy adelantado, para que la supre–

sion de la cornpañia, creada por un papa, sobreponién–

dose

á

la di8posicion de dos concilios generales, no

puJiese ser estinguida por oteo papa, dirijido por ]as

reglas de la prudencia, en respeto

á

estos concilios, sin

los escrúpulos de los obispos del siglo

XIV,

y

sin que

fuera menester formar juicio

á

]as personas, pues no

se trataba de castigarlas.

I-Ia sido pues muy

arbitl·a~

ria, muy descomedida

y

n1ny injusta la espresion–

"El breve ancla en esto desacertado: el papa debie1·a

haber recordado, que nunca peedecesor alguno suyo

había suprin1ido ningun instituto, si antes no hubiese

mediado el competente juicio.J> La historia dirú, quien

perdió la 1nemoria y anduvo desacertado.

§

2.0

122.

CHa el padre Bonf:flil al señor Cesar Cantu

que dice asi-"en medio de las abonlÍnaciones echa–

das en caea

á

los jesuitas, no es dable encontrar un so–

lo culpable. Las pruebas de los delitos cometidos por

los dignos hijos de Loyola, debian encontrarse en los

archivos que les fi1cron ocupados,

y

la posteridaJ.

aguarda aun esas pruobas.J>

123.

RESPUESTA.

No se n

ecesita mucho para cono–

cer la parcialidad

exajer

a.da del señor Cantu en favor

de la co1npañia:

no

era dable

encontrm~

un

solo

culpabl~

. .

Los lectores in1parciales dirán, si han visto culpables

y encont

rado pruebas en los hechos doctnnontados que

dejam.os

referidos. Co1no las acusaciones que se hicie–

r

oil

á l

os jesuitas, no eran en la rnayor 'parte de la cla–

se de las hechas á los tmnplarios, no se necesitaba bps.–

carlas siempre en las declaraciones de los n1Ís1nos de

la corporacion, ni eu sus archivos: recuerden los lecto–

res lo que dijin1os poco ha á este

propó~ito.

Recuer–

den jgualn1ente,

á

n1ayor abundarniento, que cuando

•en cartas privadas comunicaba Carlos III porn1enores

al rninistro de Nápolo.s Tannucci, le decia alguna vez;