286 __:.
{> ·que son tan rniserables las objeciones, que no nJe'...
recen ser consideradas.
PeTo ¿con1o podria hablars-e asi,
á
vis-ta, no digamOS"·
de Pas01;1l y otros"autores adversos á la compañia, si–
no de Vas,quez, Suarez, Filiucio, Castro-Palao, ·San-·
chez, Escobar, Molina, Cárdenas,
&?
Los que dicen
que las citas son falsas, no advierten, que ocurren
á
un arbitrio desesperado, que los espone
á
mayo•r ver-·
güenza, que la de confesar sencillamente, que sus·
her1nanos no fueron calumniados. Por que
á
la ma¡...
la doctrina del escritor hay que añadir la iinpudencia.
de haberla negado. Se supone que en la obra intitu–
lada-Estractos de las aserciones&.
para manifestar 4o-–
cumentada la laxitud de las doctrinas de escritores je–
suitas, se han notado novecientas falsificaciones. ¡Es–
tupendo falsificar-para llenar cle)·azon.
á
su& adversa-–
rios! Dicha obra fue en1prendida por
órd~en:
del par-·
}mnento, que COlnisionÓ
á
varios sugetos hábiles af
caso; y despues de verificada la c01nparacion, se de-–
positó el trabajo en la escribanía de la corte. La
ohr.a
se compone de tres tonws en
89,
impresos en Paris año
1762.
Cuente quien guste el número de las citas veri–
ficadas; y si todas ellas con tienen novecientas falsifi–
caciones, el lector in1parcia.l se burlará de semejante
exajeracion, que por sí sola da testimonio, ó ptesta
una vehemente presuncion en la presente causa.
Dí- .
gase que no todas las citas prueban el intento de 1os.
encargados por el parlamento, nosotros nos
sus~ribi
remos en varias de ellas; pero alzar la voz en
ob·o~
sentido, y decir que se han hecho tantas falsificacio–
nas para acriminar á los escritores j esuitas, seria un
paso torpe, por cuanto se facilitaba
á
los adversarios
el n1edio sencillo y espedito de hacer de nuevo la
cor:~
>frontacl.on. Los oornisarios del parlamento hab1abaa.
ante el público, ante losjesuitas,
y
ante los arzobispos.j
y
obiapos, á q_uienes de órden de dicho parlan1ento..
se debian enviar los respectivos ej01nplares. No es po–
sible, moralmente hablando, que en tantas demostra–
ciones de sinceridad se oculte un fondo de perfidia,
que
á
poca diligencia quedaría descubierta, para ig–
nominia eterna de los falsificadores,
y
recomendacion
eterna tambien de los calun1niados. Y hablemos
~rancamente,
no se necesitaba tanto para
acredita~ 1~