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no de touo, nada habeis puesto en 1novin1iento para
adquirir riquezas? ''La ce1ebddnd
y
la ambician son
cosas permitidas en el.1nnndo"
Y
¿vosotros
u
o os
ha–
beis pern1itido la celebridad
y
]a ambicion? "En la·
vida
del claustro el h01:nbre se consagra
á
todas las.
privaciones."
Y
¿vosotros os
ha
beis. consagrado
á
to–
das las privaciones? "Los jesuitas sacrifican su vol un–
tad particular
á
la voluntad general,
y
el iuteres
.0e
uno al interes de todos." l)ero el interes de todos
no
es el interes general ni la voluntad de la sociedad civil,
sino el interes de la cornpañia;
á
cuya voluntad sacri–
fica la suya el jesuita.
¿N
o ha dicho el defensor, que.
"el jesuita no es ambicioso para sí sino para su ór-.
den,
y
que el espíritu de los miembros
es en
gloria
y
provecho del Ü1stituto?)t
.
Sin duda. que, segun la l)a]ab•·a de R.ainal, "no pue–
de haber opresion en una sumision voluntaria;» pero
p11ede haber seduccion, mucho mas peligrosa que la
opresion de la fuerza.
Y
para evitar seducciones está
la providencia paternal en el hogar doméstico,
y
la au–
toridad política en la sociedad,
y
la
:filosofi~t
en ]a im–
prenta, destruyendo errores
y
desacreditando preocu–
paciones: porque no pocas veces lo que es bue:no den–
tro de los claustros, es malo
y
pe1judicial en la s<>cie–
dad civil. Pájinas antes del lugar citado, dijo asi el
ex-jesuita Rainal-''si el gobierno teocrático se· pu–
diese rrwntener en su pureza, seria el
mej.orde
tod0s
los gobiernos; pero sin otros deberes
que loss€>.eiales,.
sin llan1ar cr'tmen sino lo que ofendia
á
los
d~·rechos
naturales de la hun).anidad; sÜ1 sostHuir oraci0nes
{t
trabajos, ni van as ceren1onias de culto á obras
de· ca–
ridad, ni escrúpulos
á
rcrnordimientos.» Si "es dnlce
el iri1perio de la opinion,» como decía él ntismo,
nQ
es
bastante para fundar su n1érito
y
llamarla
recta,
única
digna del hombre
y
capaz de hacer su felicidad sobre
la
tierra.
19.
"El jesuita puede raciocinar sobre su obedien–
cia, como no lo puede el soldado, porque San Ignacio
advirtió que podía hacer observaciones.)) Pero qu@da
al j nicio
y
voluntad del superior hacer inútiles esas
observaciones,
y
llevar adelante su mandato, como· si
procediera del n1isn1o
J.
C. Trjste defensa del pobre
jesuita, pues
ha
sido preciso comparar su obediencia