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199 --

'Compuesta

~asi

en su totalidad

de

estranjeros, ha l1e–

.vado el rigor hasta espulsarla del pais. La poderosa

~omuidad

jesuítica

de los padres lazaristas está solne-

t .

1

'

"

IC

a a un proceso.

2ó0. Busqüemos á los jesuitas ftleta. de

la

Frní1cja~

t1espues de su restablecimiento por Pio VII. El enl·

perador Alejandro

I~

los espulsó de Rusia en térmi–

nos

fuerte:-~,

como

''hombres que habjan procurado

separar el súbdito del soberano, el hijo de la madre, al

hern1ano de la hermana,

y

llevaban la division á las

familias; no sieudo de adn1irar, que de todos los pai–

ses hayan sido espulsados, pues no habia alguno que

pudiese sttfrirlos en su seno.''

25L Respecto de otros estados, bien sabido es lo

que ha pasado desde 1848. El alzan1iento de Jos pue–

blos por la libertad era acompañado de dos palabrns

principales-

Constitucion-afuera jesuitas:

lo que al pri–

nler golpe está diciendo, que el progreso del siglo es–

cluye el absolutísn1o del gobierno,

y

las instituciones

y

artificios de los reverendos padres de la compañia

de

J

esus. Los jesuitas eran nürados en Italia, dice nn

historiador contemporáneo, "con1o lepra sucia y afren–

tosa;

y

de un cabo al otro de la Península se deseaba

la renovacion del breve de Clen1ente XIV: los roma–

IlOS

lo pt!diau á Pio IX,

y

el n1undo quedó nlaravi–

llado., de que dejase escapar tan bella ocasion."

252. En vista ·de los hechos mencionados y

o~ros

mas que son tan sabidos, ¿donde est,án, qué se han he–

cho esos

votos unánimes de casi todo el univeT$0 católico;

dónde está ese. decantado

clamor de los pueblos,

y dónde

esas pretendidas ventajas del restablecin1iento de los

jesuitas, como lo decian el papa Pio y el rey Fernan-

do? ¿Dónde si, á poco de proferidas esas confiadas pa–

labras, fueron pública

y

solemnemente desmentidas?

Tan ciertos eran esos votos uniformes, esos clamores,

esas esperanzas, con1o la muy reciente palabra del car–

denal Antonelli que, contestando al n1inistro frances,

le hacia saber, que ''las legaciones del Estado Pontifi–

cio estaban, con pocas escepciones, por pennaneeer

~.ajo

el yugo suave

y

dulce del paternal gobierno de