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decir,
segun notára antes, por 1n.edio de la persuasíon:
y
predicacion evanjélica.» El señor
~,unes
contestaba.
nsi-"Viviendo los indios bajo el dulce in1peri.o de ht
lJene:ficencia, ¿qué cosa n1as consiguiente, con1o el
qt~e
la
persuasiou hiciese sus
efectos~»'
Asi es, hablando
en general, .Yasi era en mucha parte, pe1·o no era. to;.
do asi; y aden1as se trataba de ciertos y determinados
easos,
e11
que los
j~esuitas
en1pleaban 1nedios ten1pora;–
les·, de que se avergonzaban ellos nlismos, pues los
qcu·ltahan, para no apare.ce11 sino como n1isioneros apos·
tólicos.
De·cia el señor Funes-"jatnas voluntad alguna
fu~
1nas
bien obligada que la de estos indios por estos doc:..
trinm'os·. Ningnna poblacion sacndió el yug.o
despue~:;
de haberlo· reciqido: convencimiento claro,. de que se
hallaba bien uncido con las indisolubles ataduras del
convencimiento
y
del an1or.·>>
¡Ay! T·arnbien el perro,.
leal compañ·ero del hoJ!lhre que le·mantiene y cuida,
no sacude el yugo: e·stá bien uncido por el amor: lo&
defensores de· Ios jesuitas le añadem. al pobre indio
su
convenci1niento..
Y
a han visto nuestros lectores,.que los
jesuitas·del Paraguay no fotmaban hon1pres, sinonlan–
sos
y
humildes eorderos, sin n1ancha, si se quie:re, pe-·
ro e:ran co1·deros.
148'.
CuandO'
el
·señor A
zara· decia, que· "la única
l'egla era la voluntad de· los j.es:aitas,» ¿qué.contestaba
el señot· Fnnes?.
'.'Ese
gohierno mas· tenia de teocrá–
cia, donde'la conciencia hacia veces de 1egislador: me–
ros preceptos, euyo quebran1iento s.e castigaba ·con
ayunos,
oraciones~
cárcel, y algunas veces
la flajelacion ..
Nadie se admirará de estos castigos, si advierte que
las costLnubres eran bellas y puras.>) ¿.Era esto refuta–
cion? No, S·ino una confesion injenua de que no habia
leyes,
y
de que
la úrtica regla era la roluntad de los jesui–
tas,
seg·un la expresion del señor Azara,
ó
segun la
del
señor Funes,
hacia veces de legislador·la conáencia,
se en–
tiende la conciencia de los jesuitas.
I-1as costumbres
eran puras: ¿lo serian por los ayunos, la cárcel
y
la fla–
jelacion'? Porque sino, habria que
a~nürar
y
extrañar.
Y cuando el Sr. _Azara decía, que "los jesuitas eran
los señores absolutos de todo,» ¿có1no desrnentia esta
~@e~cion
el señor
Fuu~s?
IIe aquí: "es in1putacion in.
Jnnosa
y
rnal fundada, la de los que han creido que