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88-

ria

á

su imprudencia; porque en tal caso el Legado

estaba obligado en conciencia á suspenderla; porque

el Papa no podia en conciencia dar tal bula; y porque

lo ha hecho mal informado, de sner·te que si se ha-

. llára en la China, haría la revocacion. El Legado

creyó deber

repri~ir

tan injuriosas proposiciones,

aunque con dulzura; pero el imperioso jesuita le res–

pondió

CO!l

altivez-yo

sé muy bien de quien hablo y con

quien hablo.

Dos de sus ca-hermanos Suarez y Mayler

añadieron otras invectivas semejantes, y el último di–

jo, que

la constitucion era un precepto puramente eclesiás–

tico,

y

no obligaba gravemente; que el Papa era incapaz de

absolucion, mientras persistiese en exijir la observancia de

su decreto impío, que precipitaría las almas

y

causaría su

condenacion.

Un misionero, que se hallaba presente,

le contestó- "padre, es fácil hablar con tanto atreví–

«

miento en un país lejano, y donde se tiene segu–

ridad;" á lo que repuso el j esuita-"yó estoy pronto

e<

á

sostener lo mismo en Roma y á la fáz del Papa."

Largo seria referir los malos tratamientos, amenazas,

ultrajes que sufrió el Legado de parte de los jesuitas,

para obligarle á que suspendiese la constitucion pon–

tificia: le echaban en cara su propio dolor, que lla–

maban rábia para esplicar la causa de sus lágrimas, y

atribuirle que meditaba malos designios contra el

Emperador, contra el estado y contra las misiones.

El famoso y audaz P. Mourao decía-"¿Qué vienen

«á

hacer estos ..sacerdotes en la China? ¿Vienen á do–

e<

minar la Compañia de

J

esus? Nosotros sabremos

«

oponernos. A estos monseñores no les bas'"tan los

e<

jardines, las fuentes y las delicias de Roma, sino que

«pretenden enriquecerse á espensas de nuestros su–

e<

dores y fatigas, como si no estuviesen bastante gor–

c<

dos. Es chistoso ver al Papa queriendo dar la ley al

«Emperador de la China, 1niéntras que nada puede

«obtener de los príncipes cristianos."

Llegaba á tal estremo el despotismo de los jesuitas

que lo ejercían sobre su propio superior el P. I.Jau–

reati, "visitador general de la órden en las provin–

cias de la China

y

del

J

apon; ,el cual confesó lloran-