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ria
á
su imprudencia; porque en tal caso el Legado
estaba obligado en conciencia á suspenderla; porque
el Papa no podia en conciencia dar tal bula; y porque
lo ha hecho mal informado, de sner·te que si se ha-
. llára en la China, haría la revocacion. El Legado
creyó deber
repri~ir
tan injuriosas proposiciones,
aunque con dulzura; pero el imperioso jesuita le res–
pondió
CO!l
altivez-yo
sé muy bien de quien hablo y con
quien hablo.
Dos de sus ca-hermanos Suarez y Mayler
añadieron otras invectivas semejantes, y el último di–
jo, que
la constitucion era un precepto puramente eclesiás–
tico,
y
no obligaba gravemente; que el Papa era incapaz de
absolucion, mientras persistiese en exijir la observancia de
su decreto impío, que precipitaría las almas
y
causaría su
condenacion.
Un misionero, que se hallaba presente,
le contestó- "padre, es fácil hablar con tanto atreví–
«
miento en un país lejano, y donde se tiene segu–
ridad;" á lo que repuso el j esuita-"yó estoy pronto
e<
á
sostener lo mismo en Roma y á la fáz del Papa."
Largo seria referir los malos tratamientos, amenazas,
ultrajes que sufrió el Legado de parte de los jesuitas,
para obligarle á que suspendiese la constitucion pon–
tificia: le echaban en cara su propio dolor, que lla–
maban rábia para esplicar la causa de sus lágrimas, y
atribuirle que meditaba malos designios contra el
Emperador, contra el estado y contra las misiones.
El famoso y audaz P. Mourao decía-"¿Qué vienen
«á
hacer estos ..sacerdotes en la China? ¿Vienen á do–
e<
minar la Compañia de
J
esus? Nosotros sabremos
«
oponernos. A estos monseñores no les bas'"tan los
e<
jardines, las fuentes y las delicias de Roma, sino que
«pretenden enriquecerse á espensas de nuestros su–
e<
dores y fatigas, como si no estuviesen bastante gor–
c<
dos. Es chistoso ver al Papa queriendo dar la ley al
«Emperador de la China, 1niéntras que nada puede
«obtener de los príncipes cristianos."
Llegaba á tal estremo el despotismo de los jesuitas
que lo ejercían sobre su propio superior el P. I.Jau–
reati, "visitador general de la órden en las provin–
cias de la China
y
del
J
apon; ,el cual confesó lloran-