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nos sirva de lJreárdbnlo á lo que

proseguirenl.os

refí–

riendo, á propósito de las reglas do la moral jesuítica.

Bien podían los pr:dr s atraerse con ellas

á

los intere–

sados en suavida

t

e

indulgencia; pero los pastores

del rebaño crist iano, fuera ele las personas legas

y

sin–

cCl·amente religi

saP,

no podían guardar silencio. El

nombre del gran Pascal aparece descollando; algo he–

mos dicho del buen efecto de las

cartas provinciales,

por el profundo dolor que causó á los padres de la

compañia, por los grandes elogios que merecieron

á

jueces competentes é ilustres,

y

por el sumo horror

que inspiró á todos la moral corrompida de los casui–

tas. "El libro de Escobar impreso treinta y nueve ve–

ces como un libro bueno, fué impreso por la cuaclra–

jésima vez como detestable,

y

única1nente para sa–

tisfacer la curiosidad de buscar los pasajes citados en

las cartas."

(217)

357. Los curas

el~

Ruam

y

luego despues los de

París se contrajeron con celo y cliljjencia al exámen

de las cartas provinciales

y

de las doctrinas citadas en

ellas, y del prolijo exá1nen resultó el triunfo de Pascal

y

la vergüenza ele los padres ele la compañia. A di–

chos curas se unieron otros de ,las ciudades 1nas con–

sideraples del reino. La Asamblea del clero de

1656,

aunque prevenida á favor de la cmnpañia en los asun–

tos que entonces se llamaban jansenistas, se espantó

de la n1oral de los casuistas,

y

al hablar Mr. Godeau,

Obispo de Vence, ele la impresion que hicieron en el

ánimo de los prelados las proposiciones estraetadas,

se espresa así-"Su lectura horrorizó á los que las

oyeron,

y

estuvieron á punto ele taparse las orejas,

como lo habían hecho en otro tiempo los padres del

concilio ele Nicea, para no oír las blasfemias del libro

ele Anio. Cada uno se inflamó /de celo para reprimir

la audacia de estos desgraciados escritores, que cor–

rompían tan estravagantemente las máximas mas san–

tas del evangélio, é introducían una n1m·al, de que

los paganos

hon1~ados

habrían tenido vergüenza, y los

turcos buenos se escandalizarían." La Asamblea ge–

neral del clero en

1700,

"desplegó su celo contra la