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- l-11 -

apología de los casuistas contra las calumnias de los janse–

nistas,

cuyo autor enseña

á

los jueces á dejarse cor–

romper, á los sirvientes á cometer hurtos domésticos,

permite la simonía y las usuras, y las ocasiones de

pecado, pone en el número de las acciones indiferen–

tes los escesos mas brutales, y por medi o de un al'ti–

:ficio pelig1·oso, quita á los crímenes su nombre, para

perpetuarlos." Otros obispos se espresaban de unmo–

do semej ante, calificando tal libro de "1nonstruo en

la t eología moral, de trastornador de la ley eterna

y

de

la,

conciencia propia, y en el cual, por un estraño

designio, se había acmnulado cuanto de corrupcion

y

r elaj amiento se hallaba en muchos autores." Los cu–

ras ele P arís dec1an en uno de sus escritos----"los je–

suitas son culpables de todos estos males, y no hay

sino dos medios para curarlos----ó la reforma de la

compañia, ó su descr édito. ¡Quiera Di os que ellos to.:.

n1en el primer camino! P ero si ellos se obstinan en

ser la vergüenza

y

el escándalo de la Iglesia, no que–

da mas que hacer su corrupcion tan conocida, que na–

die pueda equivocarse, para que los fi eles no sean se–

ducidos." (220)

L os padr es de la compañia empleaban todo su po–

der y valimiento para hacer frente

á

la falanje vene–

r able que se empeñaba en el descrédit o de sus malas

doctrinas, dándolas

á

conocer al pu eblo cristiano; pe–

ro en ]a mayor parte quedaban frustrados sus esfuer–

zbs. E l poder mismo de los papas no bastaba para

sojuzgarlos, sino que continuaban enseñando su ma–

la moral, aunque condenada ya por A lej andro VII,

é Inocencia XI. Un padre ignaciano, Meunier, de–

fendió en Dijon en

1686

úna proposicion que en–

tre otr3;s cosas decía, que "el pecado filosófico

ó

contrario á la razon, que se comet e por aquel que

no tiene conocimiento ele Dios,

ó

que actualmente

no piensa en Dios, no rompe la amistad del

hom~

bre con Dios ni merece pena eterna." Mr. Arnal- ·

do denunció

á

la Iglesia tal proposicion, como que

sostenía una doctrina que eximia de pecado

á

los

ateos que no conocen

á

Dios,

y

á

los libertinos que no