renda,
reservada
á
Nos y
á
los Roma
nos Pontífices, suce•
sores nuestros, que en adelante fue sen, contra cualquient
que intentase poner inpedimento, ú obstáculo al cumpli..
miento de estas nuestra Letras,
6
dilatar su ejecucion.
35. Ademas de esto mandamos,
é
imponemos pre·
capto en virtud de santa obediencia,
á
todas y cada una
de las personas eclesiásticas, así regulares como secula·
res, de cualquiera grado, dignidad, condicion,
y
calidad
que sean, señaladamente
á
losque hasta aqui fueron de la
Compañía, y han sirio tenidos por individuos snyos, de
que no se atrevan
á
hablar, ni escribir en favor ni en con·
tra de esta extincion, ni de sus causas y motivos, como
ni tampoco del instituto, de la regla, de las constitucio
nes
y
forma de gobierno de la Compañía, ni de ningn11a
otra cosa perteneciente
á
este asunto sin expresa licencia
del Pontífice Romano. Así mismo prohibimos á todos y
á cualesquiera, so pena de excomunion reservada á Nos y
á
nuestros sucesores, que en adelante fuesen. el que se
atrevan en público ni en secreto, con motivo de esta ex–
tincion,
á
afrentar, injuriar ó maltratar con palabras ofen–
sivas, ni con ning un desprecio, así en voz como por es·
crito,
á
naclie,
y
mucho menos á los que han sido indivi–
duos de la Compañía.
36.
Exhortamos á todos los Príncipes Cristianos,
que con la fuerza, auto
ridady potestad que tienen y que
Dios les ha concedido pa.ra la defensa y proteccion de la
Santa Iglesia Romana
y tambien con el obsequio y reve·
rencia que profesan á esta Silla Apostólica, concurran
con sus providencias, y cuiden de que estas nuestras Le–
tras surtan su pleno efecto y que ateniéndose á todo lo
contenido en ellas, expidan y publiquen los corres pon ·
dientes decretos, para que se evite enteramente que al
tiempo de ejecutarse esta nuestra disposicion, se originen
entre los fieles contiendas, disensiones
6
discordias.
37.
Finalmente exhortamos yrogamoP>, por las entra·
ñas de Nuestro Señor Jesucristo,
á
todos los fieles que se
acuerden, de que todos tenemos un mismo Maestro, qua
está en los Cielos; todos un mismo Redentor, por el cual
hemos sido redimidos á suma costa; que todos hemos sido
regenerados por un mismo Bautismo
y
constituidos hijos
de Dios y coherederos de Cristo; que hemos sido alimen–
tados con un mismo pasto de la Doctrina católica
y
de la
:ralabra divina; y por último que todos somos un cuerpo