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uua nan
1 , , .
ma hábiles
ati fa
ion
.El
ullim
a
ram nt de la penitencia destina-
d (
m rig nu
la conducta humana por el arrepen–
timicn
o
de
la culpa..
cometidas,
y
el propósito con–
igu i
nto
de la
nwj nda, lo pro tituycn tambien
por el
·mr l
o de do ·trina abominables, destinadas
con ' rtir
á
los h01nbres en hipócritas
y
malvados.
E
ta frases podinn considerar e dictadas por un
ód io
iolento si no tuvieran una
j
ustificacion cum–
plida n la simple lectura de las obras de sus mas
ilu trado
teólogos ¿No dice el padre Marin, tan
r eputado entre ellos, que no debe contrariarse al pe–
nitente cuando se advierte en
él
una ignorancia in–
v
n cible r especto de la culpabilidad de ciertos actos,
aún cuando el pecado de que se tTate fuere una accion
contin'ltada
y
pmjudial
á
su
prójimo?
¿Y E
cobar no lleva su complacencia, para con el
penitente, hasta no querer sacarlo del error en que
se encuentre
á
fin de qne continue prevaricando, sin
padecer escrúpulos toda vez que las advertencias so–
hre la maldad de las acciones se considerasen in–
fruetuosus?
¡
Pobre sociedad de Lima con semejantes direc–
tores de conciencia! ¡Cuán pocos serian los que fue–
sen
á
derramar. lágrimas de contricion
y
verdadero
arrepentimiento
á
los pies de los severos
y
virtuosos
descalzos, teniendo confesores tan acomodaticios!
N
o fué ciertamente el celo por la propagncion
del Evangelio, sino la ambicien de poder
y
sed insa·
ciablc
de riqurzas, lo quB trajo
á
la América del Sur
la Oompafiia
de
J
esus.
Si
sufrieron,
oomo
eufrier0n
los conquistadores,