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-18-

uua nan

1 , , .

ma hábiles

ati fa

ion

.El

ullim

a

ram nt de la penitencia destina-

d (

m rig nu

la conducta humana por el arrepen–

timicn

o

de

la culpa..

cometidas,

y

el propósito con–

igu i

nto

de la

nwj nda, lo pro tituycn tambien

por el

·mr l

o de do ·trina abominables, destinadas

con ' rtir

á

los h01nbres en hipócritas

y

malvados.

E

ta frases podinn considerar e dictadas por un

ód io

iolento si no tuvieran una

j

ustificacion cum–

plida n la simple lectura de las obras de sus mas

ilu trado

teólogos ¿No dice el padre Marin, tan

r eputado entre ellos, que no debe contrariarse al pe–

nitente cuando se advierte en

él

una ignorancia in–

v

n cible r especto de la culpabilidad de ciertos actos,

aún cuando el pecado de que se tTate fuere una accion

contin'ltada

y

pmjudial

á

su

prójimo?

¿Y E

cobar no lleva su complacencia, para con el

penitente, hasta no querer sacarlo del error en que

se encuentre

á

fin de qne continue prevaricando, sin

padecer escrúpulos toda vez que las advertencias so–

hre la maldad de las acciones se considerasen in–

fruetuosus?

¡

Pobre sociedad de Lima con semejantes direc–

tores de conciencia! ¡Cuán pocos serian los que fue–

sen

á

derramar. lágrimas de contricion

y

verdadero

arrepentimiento

á

los pies de los severos

y

virtuosos

descalzos, teniendo confesores tan acomodaticios!

N

o fué ciertamente el celo por la propagncion

del Evangelio, sino la ambicien de poder

y

sed insa·

ciablc

de riqurzas, lo quB trajo

á

la América del Sur

la Oompafiia

de

J

esus.

Si

sufrieron,

oomo

eufrier0n

los conquistadores,