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ase. inado el año precedente por el complot de los

Padres Malagricla, l\1atos

y

Aleja nd1·o; de Francia

por decreto del Parlamento, en 6 de Agosto rle 17Gl

por enseñar doctr inas homicidas

y

abominables; de

España

y

sus colonias en

17

67 por sediciosos.

A instancias de las principales potencias, el Papa

Clemente XIV extinguió la Compañia por bula del

21

de Julio de

1773.

La República del Perú, por ley de la Convencion

Nacional de 1855, prohibió en su territorio el resbt–

bleeimiento do la Orden.

No se nos diga ahora que los j csuitaR n1odernos

difieren mucho de los antiguos por cambios opera–

dos en sus Estatutos y reforma de su moral, pues

tienen la pretension de ser inmutables: ántes deja–

rían de existir como Orden, que sufrir la mas insjg–

nificante modificacjon: ya lo ha dicho uno de sus

generales, Ricci, en momentos sumamente difíciles:

sint ut snnt, aut non sint.

Tan es así que los Jesuitas modernos son iguales

á los antiguos, y como ellos ambiciosos, concupiscen–

tes, trastornadores del órden público) que han sido

expulsados recientemente de Guatemala, Nicaragua

y

San Salvador en

1872

y de la culta Alemanüt el

10

de Julio del mismo año.

De cuantos aspectos diferentes puede ser conside–

rada la Uompañia de

J

esus, ninguno se presta pa–

l'a mas severa crítica y enérgica protesta que el lado

moral.

Sus principios sociales y las reglas de conducta de

que nos hablan sus clásicos escritores, son monstruo–

samente absurdas,

y

están en abierta oposicion con

los preceptos del decálogo, que son leyes positivas

del Código de todlls las naciones civilizadas.

Las ideas de bien

y

de mal, de mérito y culpa,

l~s

de obligacion y ley moral, que tanto han preocu–

~