-20-
renzo de Villavicencio, clarísimas lumbreras de la Uni–
versidad de Salamanca, educadores de aquella juven–
tud que algún tiempo después había de asombrar al
mundo con su profundo saber; Diego de Zúñiga, el
primer defensor del sistema de Copérnico en España;
el maestro fray Luis de León, filósofo, escriturario
místico, teólogo de primer orden, y sobre todo, altísi–
mo poeta lírico, el primero de España en su género
y
tal vez uno de los primeros del mundo; Basilio Ponce
de León. fray Juan Márquez, Malón de Chaide y otros
innumerables que llenaron el mundo con sus glorias.
Herederos legítimos de aquel saber y doctrina, los
agustinos que Hegaron al Perú, bien pronto se dieron
á conocer por todo el reino como varones verdadera–
mente extraordinarios.
Con el auxilio de limosnas particulares y subven–
ción de la Real Hacienda fundaron su primer Conven–
to
é
Iglesia en el sitio que ahora ocupa la parroquia de
San Marcelo, fábrica humilde, edificios pobres y mo–
destos, proporcionados á la humildad y perfección de
tu espíritu; pero entre aquellas desnudas paredes se
levantaba un edificio espiritual de tan alta perfección,
que no lo gozó mayor en aquel dichoso siglo nuestra
Orden en todo el ámbito de ambos mundos. como dice
un Cronista.
Eran sus cuotidianos ejercicios, asidua oración y
fervoroso recogimiento, en cuyas prácticas templaban
y
robustecían el espíritu para volar después en alas de
su celo apostólíco por las serranías y pampas, quebra–
das
y
montañas, llevando la luz de la civilización y de
la fé a los que estaban sumidos en las tinieblas de la
idolatría y de las más groseras supersticiones. En to–
das las virtudes, como dice el cronista Torres eran con–
sumados; pero en la santa pobreza y en el celo de la
conversion de los indios procuraba cada uno señalarse
entre todos.
Acudía» a visitar cotidianamente a nuestros reli–
giosos, con emuladora solicitud, atraídos por el suave