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tanto ensangrentaron este hermoso Reino durante los
primeros años de la conquista. Pues, como afirn1a el
padre Calancha, quedáronse en Lima; donde, tenidos
por santos, consolaban pobres
viudas~
unas que llora–
ban maridos muertos por traidores, y otras á sus es–
posos ajusticiados por leales, quedando pobres, unas
con hijos y otras sin amparo; los aflijidos venían por
consuelo; a los pobres sustentaban con sus limosnas,
porque la ciudad parecía saqueada por estar todos en
guerra. con bando pena de la vida de que no viniesen
al pueblo. A los enfermos curaban, porque no había
enton-ces hospitales, ni los hubo hasta que vino el Mar–
qués de Cañete que fundó el de San Andrés; por lla–
marse él así; y el de Santa Ana de los indios fundó el
Arzobispo don Jerónimo de Loaisa, después que vol–
vió segunda vez de Panamá.
Ocupábanse en administrar los sacramentos
á
los
fieles y en predicar cotidianamente, ordenando sus
pláticas
y
predicación al servicio de Dios y á la lealtad
de su ·rey, aconsejando
á
los que parecían sospecho–
sos, y advirtiendo
á
los que trataban de inquietudes;
materias en que sirvieron mucho
á
ambas majestades,
sirviéndoles también en descubrir alzamientos contra
sus coronas, como lo hizo el padre fray Juan Vivero y
el padre Maestro fray Diego de Castro en el Cuzco;
y
en Potosí el padre Maestro fray Francisco de Zamora.
Se distinguió de una manera especial, en tan crí–
ticas circunstancias el celo y la caridad del padre Sa–
lazar. querido y reverenciado de todos los habitantes
de Lima, y del cual escríbe Cal ancha lo siguiente: <<En
<<esta ocasión nuestro Provincial fray Andrés de Sala–
<<zar, teniendo a sus religiosos en continua plegaria, pi–
<< diendo a Dios la paz; no paraba un mon1ento, acon–
<<sej ando a los Oidores, amonestando a los nobles, pre–
<~
dicando en singulares amonestaciones a los plebeyos;
<< consolaba a los pretensores, deshacía coligaciones,
y
<<sustentaba con pistos a los resueltos; fué de tanta im–
<< portancia su cuidado, sus diligencias y su respeto,