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fray Juan del Campo, que caminó cuatrocientas leguas
desde Layrnebamba, y volviendo á ocupar esta predi–
cación el padre Ramírez.
A los pueblos de Morosuno, Quilaquila, Potobam–
ba, el Terrado y otros anejos, contornos aquellos y és–
t os de Chuquisaca, fueron los padres fray Nicolás de
Tolentino y fray Pedro Merino. A los indios y pueblos
de los Amparaes, el padre fray Diego de la Serna. Al
v a lle de J agonet el padre fray Fernando de Cantos; al
pueblo de Ancoanco, que, después que dejamos aquella
predicación, se hundió, sin que pareciese otro día hom–
bre ni animal alguno, fueron doctrinantes el padre
fray Agu st írt de Santa Mónica y el padre fray Baltasar
de Contreras . A la doctrina de Carabamba fué el pa–
dre fr ay Marcos Pérez. A la . doctrina de Tapacari,
p ueblo de gran gentío y muchos indios que habitaban
su s contornos, fueron los padres fray Juan del Canto
p or Vicario
y
por su campañero el padre fray Miguel
de Acosta.
A la doctrina
y
Priorato de Capinota
y
su comar–
ca fué por primer vicario el padre fr-ay Luis
López~
que
después fué obispo. Continuaron esta predicación los
padres fra
v
Jerónimo de Gavarrete, fray Juan de Sal–
daña y fray Diego Valverde.
Al gran santuario de nuestra señora de Guadalu–
pe en el valle de Pacasmayo, veinty leguas de Trujillo,
t ierra de indios yungas en los llanos
y
costas del
mar~
que nos dió el insigne benefactor Francisco Pérez Lez–
cano,
y
en las cinco dotrinas que nos dió el Virrey don
Francisco de Toledo, para el servicio, adorno y mayor
culto de la Virgen Santísima, que son: San Pedro de
[ .Joco, Xequetepeque, Chepén, Pueblo nuevo
y
rYiocu–
pe , fueron los p adres fray Baltasar Mejía, fray .A.lonso
de An tequera , iray Gaspar Pérez, fray Jerónimo de
Escobar, que después fué obispo,
y
fray Francisco de
Monroy h ijo de doña Leonor Portocarr ero, que des–
pués de viuda fundó el insigne convento de la E ncar–
nación .