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á este santuario el padre Maestro fray Francisco de
Ervás.
A las dos parroquias de la villa 'de Potosí, Santa
Bárbara y San Bernardo, fueron el padre fray Juan de
Chaves y fray Melchor Flores, y por más de tres años
doctrinamos la parroquiade Copacabana en Potosi, que
le dió el Obispo al padre Francisco de Figueroa, y en
ella asistía el padre Agustín de Orellana el más sabio
lingüista que hubo en el Perú. - Calancha, pags. 352,
53 y siguientes.
Estas fueron las dilatadísimas provincias á donde
llevaron la lumbre de la fé, cristiana caridad, consue–
los, dulzuras, gobierno, artes, industrias y demás ele–
mentos civilizadores
los beneméritos hijos de San
Agustín! con apostólico celo, abnegación suma y su–
prerno desinterés.
Prueba evidente de que no busca–
ban ni su gloria, ni sus riquezas, ni bien alguno tem–
poraL la tenemos en la renuncia que hicieron de casi
todas estas doctrinas en favor del clero secular,una vez
que ellos con innumerables afanes y dolores las habían
conquistado para Cristo y para la civilización. Abne–
gación sublime, que no será fácilmente creída sino cons–
tara en documentos verídicos y fehacientes de la épo–
ca y que el ya citado cronista Calancha aduce con pro–
fusión y lujo de detalles. Y no he de pasar en silencio
tampoco, para honra de esta hermosa tierra del Perú,
qua los heróicos religiosos que tan sublimemente se
sacrificaron por la conversión y redención del indio,
si exceptuanmos los doce primeros fundadores y otros
catorce que algún tiempo defpués vinieron de la Ma–
dre Patria. hijos eran del Perú, y la mayor parte des–
cendientes de ilustres y nobles fa1nilia-s como notarse
puede por sus misrnos apellidos.
Dignos son también de eterna recordación las sa–
pientísimas instrucciones y preceptos que sus Provin–
ciales les dieron y que al pié de la letra
cumpli~ron
aquellos infatigables apóstoles; las virtudes morales y
sociales que inculcaron en el corazón del indio y que yo