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perfume de su virtud, saber
y
observancia Virreyes,
Magistrados, Obispos, caballeros y demás personas de
calidad, encomendándose rnuy de ver-as a sus oracio–
nes y favoreciéndolos con sus limosnas.
Aumentóse, tres meses después, aquella pequeña
grey con la llegada del padre Fr. Juan Estacio, varón
eminente en letras y en religión, que después de haber
evangelizado la Provincia de México pasó á la del
Perú por orden de los provinciales de México
y
Casti–
lla, en calidad de confesor y consejero del muy pru–
dente é
~ilustre
caballero don Antonio de Mendoza, en
cuyo pecho rivalizaban la piedad y el valor, la hidal–
guía y la clemencia; el cual después de haber gober–
nado con grande acierto doce años continuos el reino
de México, pasó á gobernar, pacificar y organizar éste
del Perú, lastimosamente trastornado
y
revuelto con
las fatales guerras civiles.
Traía el padre Estacio como compañero al padre
fra.y Juan de la Magdalena, y ambos, experimentados
en la Nueva España, fácilmente pudieron instruir y
adiestrar a los doce del Perú en la predicación
y
en la
enseñanza de los indios.
Reunidos pues los catorce religiosos, trataron de
echar los fundamentos de la Provincia Peruana que
tantas excelsas glorias había de dar en no lejano tiem–
po al reino del Perú. a la religión de Cristo, a la Orden
Agustiniana y a la Madre Patria de donde procedían.
Conforme por tanto á las constituciones, estatu–
tos
é
instrucciones que el padre Salazar traía del Pro–
vincial de Castilla, convocó a todos los religiosos a Ca–
pítulo provincial; todos en é] fueron vocales, excepto
los mexicanos que se excusaron de asistir, teniéndose
por huéspedes, pero en realidad no lo eran, puesto que
venían á formar parte de esta provincia; tampoco asis-
,
tió el padre fray Juan Ramírez por estar evangelizan–
do y convirtiendo a los indios de la Provincia de Hua–
machuco, ni el padre fray Baltasar Melgarejo,por no
es~
tar todavía ordenado de sacerdote.
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