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VI

posaba tranquilan1ente en brazos de esta Iglesia, cu–

ya potestad creada por Dios

y

asistida por Dios pe–

rennemente, ella sola podia guiarle en su carrera,

y

asegurarle el camino de su salud

y

vida espiri–

tual. Nadie babia dudado,

y

menos osado entre ca-

.tólicos forjar sistetnas diferentes para crear Obispos

contra el órden establecido, hasta que al cabo de

diez

y

ocho siglos

vini~ron

los nuevos doctores .

á

enseñarles el caririno, figurando usurpaciones de sus

derechos,

y

·desfigueando totalmente el curso

y

es–

píritu de la disciplina canónica·, sin perdonar los

insultos

y

las calun1nias mas gi'oseras contra su su–

prema. cabeza.

En el dia se ha presentado otra ocasion la mas

plausible que puede ofrecerse para volver á la em·

presa de que se confirmen los Obispos por los Pre–

lados nacionales; sobre lo cual (¡cuánta es la fuer–

za de un mal · ejernplo!) se ha instaurado expe–

dien~e

en los Consejos

y

Córtes seculares. Esto me

ha estimulado

á

escribir este discurso' en el cual

he procurado dar una idea del sistema fundamental

de la Iglesia en esta materia,

y

reducirla

á

sus prin–

cipios. Este es el verdadero_1nedio de tener resul–

tados seguros,

y

desvanecer argumentos aparentes,

con que muchos suelen alucinarse.

·

No he podido tener

á

la vista ninguno de los

autores citados, que hace años he leido

y

fueron

de los prirneros c¡ue he poseido

y

manejado en la

facultad, para que no se piense que he sido imbuido

en preocupaciones. En parte me he alegrado de no

tenerlos ahora

á

la mano, porque me hubieran

compt·ometido en contestaciones largas sobre el cú-