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IX

nas nuevas que los singularizasen entre los demas.

Ello es que poco á poco fueron extendiendo su

imperio absoluto en el . orden religioso como en el

político, siguiendo las máxirnas del anárquico filo–

sofismo, que con plan astuto y cornbinado supo ga–

nar prosélitos por todas partes para llevar adelante

la empresa de trastornar el mundo,

y

reducirle al

caos

y

disolucion total en que está sumergido.

¿

Có–

mo podía llegar á este térrrlino, ni· emprender la

carrera sin empezar por desrnoralizar los hombres?

¿Y

cÓn1o desmoralizarlos sin combatir una Reli–

gion que es eY apoyo de las costurnbres?

¿Y

cÓn1o

combatir la Religion si

u

deprirni'r sus ministros, ·

destruir su autoridad

y

enervar su influjo? Claro

estaba que debia comenzat·se por aquí, burlando

y

desacreditando todo lo concerniente á estos objetos;

y

claro está tambien que para lograr el fin no ba–

bia un medio n1as especioso que interesar en la

causa á los Príncipes, representándola como suya,

y

haciéndoles creer la extension de su autoridad en

la·s cosas sagradas. Poniendo en sus manos esta po–

testad con la

del · impet~io,

era el camino rnas expe–

dito para destruirla, y á golpe seguro, porque la

· Iglesia. no puede subsistir sino en aquel modo

y

forma, que ha sido establecida por su divino Funda–

dor. Este la dió el ser, su constitucion, su potestad

y

sus ministros, todo de un orden superior

y

<:e–

lestial, todo nuevo, separado, independiente del or-:–

den

y

gobierno civiL Por consiguiente este orden

se rompe, esta constitucion se trastorna si el ma–

gistrado político qsurpa aquella potestad

y

se me–

te en el gobierno de la Iglesia. Entonces no será

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