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servir de prueba contra el dogma
y
la practica antiquisíma de la con–
fesíon sacramental, es un argumento robustisimo
á
favor de ellos.
El mismo Dr. De Sanctis, contradiciendose como acostumbra, lo
habia reconocido por esta palabras:
l<
Los Concilios
Lateranense
»
y
Trí~entino
enseñan, que los Padres de los primeros siglos han
»
favorecido el dogma de la confesion (
i);
»
aunque diciendo una
mentira, pues el Concilio no dice palabra
ele los Padres de los pri–
meros siglos
con respecto
á
la confesion : ló que es otra prueba de
que nuestro Doctor habla del · decreto del Concilio Lateranense.,
siQ haber siquiera saludado sus actos.
Relativamente al
«
hecho incontestable
de que ningun santo
Padre desde Clemente Romano hasta Bernardo de Claraval se ha
confesado;
»
el
pobre proscrito
con su pobrisima lógica, anticipando
nuestro trabajo, lo ha contestado perfectamente, asegurándonos
que desde el siglo VI en el Occidente, y desde muy antes en el
Oriente, los santos padres Basilio, Benedicto, Bernardo y otros
tantos santos monges cumplieron con el precepto de la confesion.
En efecto así es, replica nuestro hermano separado, y no me ,
desdigo de ello :
«
Cuando en el siglo VI empezaron
á
aparecer los
»
monges ·en el Occidente,
apareció con ellos la Confesion.
San
»
Benedicto había impuesto
á
sus monges
la obligacion
de confesar
>>
sus pecados al Abad; pero era una confesion de humildad, sin
»
remision de los pecados.
o
Buena ganancia :
confesar los peca–
dos por
obligacion~
sin esperánza de alcanzar perdon.
Qué
perfec.~
cion monacal tan evangelica
t
Se conoce que el
erudito
neo-protes–
tante está
muy versado
en las monacales!
«
Sin embargo ( prosi-
»
gue De Sanctis ), la idea del monge Norcino no pasó desaperci-
»
bida por los Sacerdotes,
y
quisieron ·explotarla en su provecho.
:o
Habia ya nacido el abuso sobre la imposicion de las penas canó-
»
nicas... Entre tanto., los Obispos, sacados por lo regular de los
(:1.)
Ensayo;
c.
IV.