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Roma, los ladrones públicos, que se hallan
~
las
galeras~
cada
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año ó mas frecuentmnente se confiesan; mas nunca sale de esos
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lugares una restitucion. -
Leon X da
Ia
facultad
a
los confe–
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sores de absolver no solamente
á
los ladrones, sino de permi–
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tírles tambien el retener, en buena conciencia, los frutos de
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usuras, rapiñas, hurtos, etc., etc., á condicion de que una parte
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de esos bienes sea dada á la Iglesia. -No tan pronto surgió en
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el siglo pasado la sociedad de los Francos-Masones, que Roma
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se precipitó sobre ella,sin saber, como tampoco ahora mismo
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sabe, lo que es esta sociedad : le bastó sospechar que propendía
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á la regeneracion civil del mundo, para lanzarle sus rayos. El
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poderoso medio que Roma emplea contra ella, es la confesion.
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Todos los confesores están obligados bajo penas muy severas,
á
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imponer á sus penitentes la obligacion de denunciar, ante la
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autoridad ec.lesiastica, á cualquiera individuo que pertenezca á
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esa sociedad, ó la apoye. - Un número infinito de denuncias
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contra los liberales se ha encontrado en el infame archivo de la
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inquisicion (1.).
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La confianza con que nuestro
erudito
Doctor asienta estos aven–
turados asertos, nos obliga á citarlos, uno tras otro, al severo tribu–
nal de la crítica. 1.
o
Las estadísticas testifican que en los paises cató–
licos, en donde está en úso la confesion, los clebitos son mucho
mayores, que en los paises protestantes.
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Como se ve, el neo–
reformista sepulta cuidadosamente en el . silencio las grandes
ventajas, que la confesion sacramental trájo á la sociedad desde
su divina institucion. No leyó en la historia, que la compl eta
trasformacion del corrompido mundo idolatrico en el moralizado
mundo cristiano de los siete
.ú
ocho primeros siglos de la Iglesia
católica, fué en su mayor parte obra de Ja frecuencia de la
confe ~
sion y comunion, .que, como hemos vistQ, en algunos paises era
(i )
Ensayo,
cap. vn,
1
·y .,