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casi diaria . Tampou
su
enulicion
ha alcanzado ver en la misma
his toria~
que los pueblos convertidos de los siglos subsecuentes se
reformaban ó deterioraban en Ja s costumbres á medida que la
recepcíon de este santo Sacramento era mas ó menos practicada.
Pero, supuesto que avoca la discusion á los timnpos, que han
trascurrido desde la aparicion del protestantis1no, lo seguiremos
en este terreno. Era de
esperarse~
que en apoyo de su interesante
proposicion el Sr. De Sanctls hubiese alegado un número sufi–
ciente de testimoníos acreditados, puesto que el suyo exclusivo,
como parte interesada, era sospechoso. Nosotros supliremos esta
falta. Nadie mejor que los fundadores de la decantada
reforma
sa..
bria la importancia social de la Confesion, y las desventajas que
podían resultar de su supresion. Pues bien : Lutero, que como
nadie estaba
interes~clo
en el credito de sus empresas, se expresaba
sobre el particular en estos ténnioos :
<<
Yo soportaría gustoso la
)>
tiranía del Papa ántes que consentir que sea abolida. la confe–
»
sion (
1). ,,
Sin embargo, los diques á la demoralizacion estaban
ya rotos ;
y
el caudillo que había dado el primer golpe para que ...
brantarlos, se espantaba ya en presencia de sus desastrosos resulta–
dos: la reparacion era
tardía~
: por Io que el presunto reformador
tubo que limitarse á lamentarlos con estas voces:
<<
Apenas hemos
»
comenzado
á
predicar nuestro evangelio, cuando se ve en todo
»
el país una terrible rcvolucion de cis1nas
y
de sectas, y la ruina
))
mas completa de
lá
moralidad y del órden. La licencia y toda
)
clase de vicios y de torpezas se ven hoy en 1nas alto grado que
j)
se vieron jamás en los tiempos del
papismo.
El pueblo, conte'–
»
nido otras veces en el deber, no conoce
á
hora freno, y vi
ve
como
}l
el caballo indó1nito, sin reserva ni pudor,
á
merced de sus mas
»
groseros placeres (2).
»
Predicando un día este pontífice de la
heregia en su iglesia patriarcal de Witember, pronunció esta s lu-
(1) Lutero,
Catecismo peqHeio .
-
(2) Obras de Lutero,
In
Ps.
2.