3~H-
dica la impotencia y nulidad de la confesion ·t¡Iblica general ele
la secta reformista!
Ni se crea que el
progreso
de nuestro siglo haya podido mejorar
la condicion del protestantismo y poner un suplemento
á
sus nu–
lidades. Si el cuadro de las costumbres sociales
c~espues
del esta–
blecimiento de la Iglesia Anglicana que el celebre protestante
Cobbet ha trazado, pone en grima
á
sus espectadores, el que hacen
de ellas. los escrítores ingleses contemporaneos, no es menos espan..,
toso. El
J!Veekly Despatch,
periodico de los disidentes que se pu–
blicaba en Londres en
i
84S
con mucha
ac~ptacion,
despues de
haber hablado de la gloriosa muerte del Arzobispo de
Paris~
vic–
tima de la caridad y de la paz, hace un magnifico elogio de las
ventajas del Catolicismo comparado con el protestantismo, del cual
sola extractaremos lo mas importante
á
nuestro propósito ..
«
En
»
Irlanda (dice)., cuando se paliaba el cólera morbo en el periodo
»
de mayor recrudecencia, cuando arreciaron con mas furor las
>>
calenturas que produjo el hambre, caian los sacerdotes católicos
»
á
centenares bajo aquel terrible azote; pero fieles
á
sus deberes
y
»
llenos de ardor nunca dejaron de prodigar sus auxilios al pueblo
»infeliz... Llameseles en hora buena herejes, idólatras y supersti·
»
ciosos., perniciosos y destructores de almas: en cuanto
á.
nosotros.,
»
los vemos respetando al esclavo, consolando al pobre
y
desvalido,
>>
alentando al desgarrado corazon del miserable lahrador que está
»
muriendose del hambre... La astucia maligna no arrostra tan
»
facílmente la peste; el charlatanismo no se acerca tanto
á
la ca–
»
bezera del moribundo ;
y
la hipocresía fastuosa mas bien se en–
»
cuentra en un festín, que en una lucha como la del arrabal de
>>
S. Antonio.
«
Y qué hacían nuestros obispo.s
y
ministros (anglicanos) durante
»
todo este
tiempo~?
(se ocupaban inutilmente en intereses tem–
»
porales),
y
morían
en olor de santidad
en las mullidas camas de
»
sus palacios, dejando fortunas colosales., cuyo valor medio ascendía