Bastará para reformar las costumbres
deprava~s
de la sociedad
humana
za·honradez filosófica?
Las apariencias no tienen impor–
tancia alguna; solo sirven para crear hipocritas; son una máscara
para obrar el crimen con impunidad. La sola honradez filosófica
nos rodea de pérfidos y traidores enemigos, cuando creíamos que
nos honraba con la sociedad de hombres probos y fieles amigos.
¿Qué medios empleareis pues para esa regeneracion social? El
hombre no puede arrogarse la orgullosa presuncion de poder en·
mendar el plan de la Sabiduría e-terna, que no halló otro medio de
regenerar el mundo que por su redencion. Una larga
á
la par que
amarga experiencia ha convencido al hombre de su nulidad,
y
sus
grandes empresas caducan siempre que solo estriban en sus pies de
barro. Si Jesucristo trasformo el mundo idólatra
y
corrompido en
un mundo .ilustrado
y
moral por la predicacion
evang~lica
y
los
sacramentos, estos serán los medios prinGipales, si no exclusivos,
que deban tomarse para esa regeñeracion. Las mismas causas pro–
ducen siempre Tos mismos efectos.
Eminentes filosofas
y
publicistas han conocído esta verdad
y
han
declarado que principalmente la confesion sacramental, no tan
solo es un medio moralizador
y
salvadqr de la sociedad cristiana, sí
que
á
la vez un elen1ento político-religioso muy útil para regenerar
y
conservar en el órden social
y
moral al mundo entero. Oigase
á
Haynal en su
Historia filosófica de los establecimientos
y
del comer..
cio de los Europeos en las dos Indias. ((
A ejemplo (dice) de los In–
>>
casen el Perú, los jesuitas habian establecido en el Par:Jguay el
>>
gobierno teocratico; pero con una ventaja peculiar á la Re1igion
>>
cristiana)
á
saber, la Confesion. En el Paraguay la confesion
>>
conducia al culpable á los pies del magistrado. Allí, lejos de en–
»
cubrir su Cl'imen, ·el arrepentimiento se lo hacia agravar. En vez
»
de eludir su pena, iba
á
pedirla de rodillas; y cuanto mas rigu–
))
rosa
y
pública era, tanto mayor era la calma que dejaba en su
»
conciencia. De suerte que el castigo, que en
otr:J~ pnrte~
atrmo-